jueves, 19 de marzo de 2009

Accio

Podría subirla por capítulos...ya sé que es larga...pero me da igual!!! La leen toda!!! Y luego me dicen que tal ^^

He aquí el interface entre la historia de Draco y Ofelia y la historia de sus hijos ^^ Dishshshshshfrútenla!!!!!


Kamal (que se ha intoxicado en café en los últimos 3 días xD)

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Las dulces historias del metamorfomago y el animago


1º Año “Ranas de Chocolate”


Ted Lupin estaba en la biblioteca enfrascado en un trabajo de Pociones. Su pluma rasgaba el pergamino en un susurro casi escalofriante. Y aquel escalofrío le recorrió cuando sintió una agria mirada en su nuca. Volteó y se encontró con dos ojos color sangre observándolo fijamente.


-¿Ettore?

-Te espero en el vestíbulo en media hora.


Y sin decir más, el chico de cabello azabache se va. Ted frunce el ceño, preocupado por el tono que usó su amigo para hablarle. Rápidamente termina el informe de dos pergaminos y medio, y sale de la biblioteca.

Al llegar al vestíbulo, distingue la silueta de Ettore. Se acerca sigilosamente y se planta a su lado. Comienza a mirar el paisaje de los jardines de Hogwarts cubiertos de nieve y arregla su bufanda amarilla y escarlata, subiéndola hasta su nariz.


-¿Qué hace un Gryffindor cuando se junta con un Ravenclaw?


La pregunta de Ettore descolocó a Ted. Antes de que cuestionara algo, Ettore le extendió dos cromos de las ranas de chocolate. Ted los tomó y abrió sus ojos sorprendidos.


-Pensé que te gustarían…por eso me intoxiqué en ranas de chocolate. Mi padre casi me mata cuando terminé en la enfermería. Y la profesora Malfoy me dijo que si continuaba comiendo ranas de chocolates, me iba a transformar en una…pero ya logré mi objetivo.


Ahí estaban. Uno de los cromos rezaba “Nimphadora (Tonks) Lupin”. Una hermosa bruja de pelo color rosa chicle saludaba sonriendo y guiñaba el ojo con coquetería. Ted ya tenía ese cromo, pero no se lo había mencionado a Ettore. Y ahora menos lo haría. Y el otro cromo era uno de los más difíciles de conseguir. Un hombre de rostro cansado sonreía como si recordase cosas de antaño. Su cabello castaño, entrecano, se movía cuando él pasaba su mano distraída por él. Y unos ojos color miel brillaban al mirarlo. Bajo la imagen rezaba el nombre “Remus Lupin”.

Ted miró a su amigo, que levantaba su bufanda azul y gris, y sonrió.


-Gracias Ettore…

-Ni lo menciones. Me debes un Agripa y un Ptolomeo.

-¡Pero si esos son los más difíciles de conseguir, desde la época de mi padre!


Ettore miró con un brillo de maldad en los ojos y susurró.


-Entonces habrá que comer más ranas de chocolate…


Y sacó dos envoltorios, dándole uno a Ted. El chico del cabello azul miró dentro y habían diez ranas de chocolate. A veces se preguntaba porqué su amigo había quedado en Ravenclaw si era tan idiota para algunas cosas.


2º año “Varitas de Regaliz”


El despacho de la profesora Malfoy era absolutamente lúgubre. No se esperaba nada bueno. Es decir, que lo dejara después de clases, solo podía significar una cosa. Y eso era lo que le hacía sacar fuerzas del dorado león que se erguía orgulloso en su túnica.

La profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras apareció de la nada y frunció el ceño al ver el pelo azul y los ojos amarillos de Ted. Luego, al notar que nadie más estaba en el aula, cerró la puerta con su varita y miró al niño. El chico ya se encomendaba a sus padres, representados en los dos cromos que llevaba en el bolsillo de la túnica.


-Ted Remus Lupin…tengo que hablar contigo…

-Sí…profesora…

-¿Sabes qué día es mañana?

-No…


La profesora Malfoy esbozó una sonrisa y Ted abrió sus ojos sorprendidos.


-Eres igual de distraído que tu madre. En fin, mañana es el cumpleaños de Ettore, creo que algo recordarás.

-¡Es cierto!

-Como es sábado, le pedí autorización a la directora McGonagall para sacarlo y llevarlo a Hogsmeade.

-¿Cómo?

-No me interrumpas.

-Perdón…

-Y como tú eres su mejor amigo, irás con nosotros. Sé que puedo confiar esto en ti, porque han pasado muchas cosas juntos y su amistad está muy fortalecida.


El silencio que siguió a estas frases armó de valor a Ted, que decide enfrentarse a la profesora más estricta de Hogwarts, después de la directora McGonagall…y que ya había enviado a algunos de sus compañeros a sendos castigos, entre ellos a Ettore.


-Disculpe, profesora Malfoy…¿Qué tiene que ver usted con Ettore?


Y sin creer lo que veía, la profesora se sentó y sacó un frasco con varitas de regaliz. Invitó a Ted a sentarse y servirse una, mientras suspiraba sonriendo.


-Supongo que Ettore te ha contado de su familia…

-Sí, me ha dicho que tiene dos hermanos pequeños. Y que vive con sus padres y su tío, el hermano menor de su mamá.

-¿Y nunca te ha dicho los nombres de ellos?

-¿La verdad? No…

-Bueno, pues te contaré yo. Ettore, al igual que tú, perdió a sus padres durante la guerra, a manos de Voldemort. Luego fue criado por una amiga de sus padres, también bruja. Al tiempo después esta madre adoptiva se casó y tuvo dos hijos. Y bueno, toda la familia del esposo de su madre adoptiva, partiendo por él, lo aceptaron como de la familia. Eso sí, su madre jamás aceptó que él se cambiara el apellido. Por eso él no tiene el apellido de sus padres.

-¿Y cómo sabe eso usted?

-Yo soy la madre de Ettore.


Ted se atoró con la varita que estaba comiendo. Se golpeo el pecho y miró con ojos llorosos a la profesora Malfoy.


-¡¿Usted?!

-Sí. Ahora que sabes, espero que guardes el secreto. Nadie debe saber. ¡Ah! Y Draco ya habló con Andrómeda y con Harry. Y ambos autorizaron tu salida de este sábado. Así que te quiero completamente vestido y desayunado a las diez de la mañana en el vestíbulo.


Ted asintió y la profesora sonrió. Le dio una bolsa de papel, con más varitas de regaliz para que compartiera con Ettore, y luego de agitar su varita, le permitió marcharse.

Quince minutos después, se escuchó por los jardines de Hogwarts, donde muchos estudiantes descansaban después de los exámenes finales, a la refrescante libertad veraniega.


-¡¡¡ETTORE DIMAGGIO!!!


El jovencito Ravenclaw se levantó sobresaltado del pasto donde antes estaba acostado, a la sombra de un árbol, y vio a su amigo acercarse hecho una fiera. Su cabello tomó un tinte castaño dorado, que le recordó levemente a un león.

Cuando Ted llegó al lado de Ettore, el pelinegro se aclaró la voz y dijo con toda la soberbia heredada de los Malfoy.


-Cualquier cosa que te haya pasado, yo no tuve nada que ver. Después de lo de Halloween, la directora me puso un ultimátum.

-¡¿Por qué no me dijiste quienes eran tus padres?!

-Ah…eso…

-¡Me acabo de enterar!

-¿Y cómo?

-¡La profesora Malfoy me dijo!

-Ah…era como lógico, ¿no? Aparte de mí y la directora, solo ella sabe…pero ya cálmate y siéntate…tampoco quiero que todo Hogwarts se entere.


Ted se sentó y bufó molesto. Ettore lo miró con sus ojos color sangre y sonrió ante la mirada recriminadora de su amigo.


-¿Por qué no me dijiste?

-Porque nunca me preguntaste cómo se llamaban mis padres o hermanos. Es todo.


Ted negó con la cabeza. La respuesta era la más estúpida que había escuchado en la boca de su amigo. En realidad no, casi todas sus respuestas eran de la misma lógica.


-¿Estás seguro que cuando te pusiste el Sombrero Seleccionador dijo “Ravenclaw”?

-Sí…creo…en realidad no me fijé. Me fui a sentar a la mesa donde estaban aplaudiendo.


Y Ettore se volvió a acostar en el pasto. Ted negó con la cabeza, pensando realmente si su amigo era un Ravenclaw. Y sacando las varitas de regaliz de entre su túnica, le ofreció una a Ettore.


-¿Y esto?

-Me las dio tu mamá para que las compartiera contigo.

-¡Genial! Me levantaron el castigo por lo del baño de niñas. Y no digas que es mi mamá. Acá es la profesora Malfoy.


Y sacando dos varitas de un tirón, comenzó a comerlas con verdaderas ganas.


3º año “Plumas de Azúcar”

La clase de Binns se extendía con las aburridas palabras del profesor fantasma. Ted y Ettore escribían adormilados, mientras comían de sus plumas de azúcar. De pronto, Ettore dio un salto, que pasó desapercibido entre el monótono discurso. Ted miró a su amigo y frunció el ceño preocupado. Eso solo podía significar una cosa…


-¡Ted!, ¡se me ocurrió algo!

-Ettore…piensa muy bien qué se te ocurrió. Recuerda que la última vez estuviste castigado dos semanas.

-Eso fue error de cálculo…

-¡Error de cálculo!, ¡diseccionaste “por accidente” una mandrágora y dejaste las entrañas en un cubo, que cayó sobre el profesor Longbottom cuando entró al invernadero!

-No era para él…era para Susie Bones, de Hufflepuff.

-Deja en paz a esa chica…no te ha hecho nada…

-Sí lo hizo, pero ya cambiemos el tema. Mira, necesito tu ayuda…

-¿Y qué te hace pensar que te ayudaré?

-Es porque adoras ir a visitar a la profesora Malfoy o a la directora McGonagall conmigo, ¿verdad?


Ted suspiró derrotado ante las palabras de su amigo y negó con la cabeza. Continuó anotando mientras Ettore susurraba.


-Verás, mañana en clases de Pociones quiero que el caldero de August Mollet estalle en su cara. Mañana haremos una poción parecida a los Polvos Verrugosos y…

-¿Me explicas qué te hizo Mollet para querer desfigurarle la cara?

-Trató de echar al fuego a Woody, en la Sala Común.


Ted miró a Ettore, que presionaba con ira su pluma de azúcar. Comprendió la sed de venganza de su amigo, porque él también la sintió, y sonrió convincentemente.


-Podríamos ponerle un quod entre los ingredientes…de preferencia entre los escarabajos. Son los últimos en entrar al caldero.

-Pero notará que hay un quod. No se parece en nada a un escarabajo…

-Lo hechizamos para que cambie de forma. Lo volvemos negro y pequeño.


Ettore sonrió y comió ávidamente su pluma, mientras continuaba escribiendo, imitándole Ted a los segundos.

Al otro día, en medio de la clase de Pociones de los alumnos de 3º año de Ravenclaw y Gryffindor, un fuerte estallido retumbó por las paredes del castillo. Un chico, con la insignia de Ravenclaw, quedó cubierto de una asquerosa costra que chorreaba un pus verdoso. Ted y Ettore, concentrados en su caldero, se tragaban las risas que le provocaban los gritos de Mollet. El profesor de Pociones notó la pasividad de ambos chicos.


-DiMaggio, Lupin…al despacho de la directora. Creo que ya conocen el camino.

-¡Pero porqué!

-Esto tiene su firma, señor DiMaggio. Y la genialidad del señor Lupin. Vayan, la contraseña no ha cambiado desde su última suspensión, señor DiMaggio.


Ambos chicos guardaron sus cosas y se dirigieron al despacho de la directora. Una vez adentro, la mujer los miró con una ceja en alto.


-¿Y ahora?

-Nos mandó el profesor Sinleaks. Según él, nosotros quisimos desfigurar la cara de August Mollet…como si eso fuera posible, el chico ya nació así.


Ted se tragó la sonrisa que afloró a las palabras de su amigo al ver el rostro de la directora. La desfachatez con que Ettore manejaba las cosas lo sorprendía.


-Pues si el profesor Sinleaks lo dice, debe ser verdad. Jamás ha fallado cuando dice que alguna broma la hizo usted, señor DiMaggio. De quien me extraña es de usted, señor Lupin.


Ted tragó duro cuando vio a McGonagall voltear y hablarle a un cuadro (“ve a buscarla”). Al escuchar el susurro de la directora, Ettore también tragó duro. Esa frase solo significaba una cosa…que vendría ella…

Y llegó a los minutos.


-¿Qué hizo ahora?


La voz de la profesora Malfoy tronó en el despacho. Una cosa era que fuese su madre. Y otra, la profesora de Defensa Contra las Artes Oscura. Y eso, era de temer.


-Estallaron un caldero y le desfiguraron la cara a un compañero, August Mollet, Ofelia.

-Ettore…¿me puedes explicar tu afán de hacer esas cosas? Creo que tendré que castigarte a ti y a Dante también, por darte semejantes ideas…pero…¿qué hace Ted acá?

-Lo ayudó.

-¡¿Qué?!


Ted imaginó la cara de su abuela, la reprimenda de su padrino y todo lo que se avecinaba. Ni comparable con la imagen mental de Ettore, que se veía corriendo por los terrenos de la Mansión Malfoy, huyendo de los hechizos del abuelo Lucius.


-¿Y por qué hicieron semejante atrocidad? Ese pobre chico no le hace mal a nadie. Es tu compañero, DiMaggio. Pensé que respetabas más la insignia de tu casa y…

-¡Trató de quemar a Woody!, ¡¡de echarlo al fuego!!, ¡¡no iba a permitir que quedara sin castigo su osadía!!, ¡¡Woody no le había echo nada!!


Ted comenzó a redactar su testamento mentalmente. El hecho que su amigo le gritara a la profesora Malfoy solo podía significar una cosa. Iban a volver a instaurar los castigos con torturas de las que tanto amaba Filch.


-¿Eso…hizo?

-Sí.

-Muy bien. Treinta puntos menos para Ravenclaw y treinta puntos menos para Gryffindor. Ahora váyanse. Y para la próxima vez, comuníquenme cualquier intento de homicidio que quieran hacerle a Woody.

-¿No estarás siendo flexible con tu hijo y su amigo, Ofelia?

-Yo hubiese hecho lo mismo o peor, Minerva…con Woody nadie se mete.


Ted salió del despacho seguido de Ettore. Había descubierto de dónde había heredado ese carácter su amigo. Y antes de decir cualquier cosa, una pluma de azúcar apareció frente a él.


-Nos toca con Binns…otra vez…


Y el joven de ojos sangre soltó una risa mientras camina muy ufano al lado de Ted. El pequeño Lupin se pregunta cuántas veces en su vida dudará si Ravenclaw era la casa correcta para su amigo.


4º año “Meigas Fritas”

El sofocante aire de la clase de Adivinación los esperaba en aquella aula de tonos extravagantes.


-Oye Ted…¿me podrías recordar porqué tomamos Adivinación con la loca de Trelawney?

-Porque te aburre Aritmancia, ya haces Runas Antiguas y si tomas Estudios Muggles, tu abuelo te cocina vivo.

-Buen punto…pero detesto esa clase.

-Tampoco es que yo me desviva por ella.

-¿Y qué haces inscrito en ella?

-¡Tú me obligaste!

-Oye…ni que te hubiese puesto la varita al cuello.

-Lo hiciste…


El tono fastidiado de Ted hizo reír a Ettore. Ambos subieron la escalerilla y se acomodaron en una mesa. Sobre ella brillaba la bola de cristal, con sus formas nebulosas. Ted va a tocarla y Ettore lo detiene. Le extiende un paquete de Meigas Fritas.


-¿Qué sucede?

-Siéntate y disfruta del espectáculo.

-Un momento…¿en qué consistió tu último castigo?

-En limpiar las bolas de cristal de la clase de Adivinación.


Ted tomó la bolsa de golosina que le ofrecía su amigo y se alejó de la bola de cristal. Una vez que estuvo a prudente distancia, miró fijamente a su amigo.


-¿Qué usaste para limpiarlas? Porque dudo que haya sido quitamanchas.

-Fluido Explosivo.


Lo dijo tan descaradamente, que Ted iba a replicar. Pero un estallido lo interrumpió. Las bolas de cristal comenzaron a explotar una tras otra, mientras Ettore comía alegremente sus Meigas Fritas y Ted negaba con la cabeza. Estaba seguro que el expediente de Ettore DiMaggio era mucho más grueso que el de Sirius Black, James Potter, Harry Potter, Ron Weasley, Fred y George Weasley, y Dante Barucci juntos. Su amigo había pasado al recuerdo de generaciones como el bromista y busca pleitos más grande de la historia misma de Hogwarts.

Cuando todas las bolas hubiesen estallado (incluida las de ellos, que tuvieron que protegerse con las bolsas de las Meigas Fritas para no herir sus ojos), la profesora Trelawney miró furibunda a Ettore. Por respuesta, el chico guardó todas sus cosas con una sonrisa en la cara y miró a la profesora.


-¿Cuál es la contraseña del despacho de la directora ahora?

-¡¡DiMaggio!!

-Wow…sí que me he hecho famoso. Un completo halago.

-¡Y usted acompáñelo, señor Lupin!

-Pero…pero…

-Hazlo, Ted…


Ted se levantó enojado y salieron ambos del aula. Camino al despacho, el Gryffindor enfrentó a su amigo.


-¡Sabes que no tuve que ver!

-Lo sé…

-¡¿Y por qué tengo que ir al despacho yo también?!

-Porque la mantis gigante te dijo. Pero le diré a McGonagall que nada tuviste que ver y te dejará libre.

-¿Y?, aún así no podré volver a clases.

-Es la hora libre de Victoire Weasley. Pensé que te gustaría acompañarla un momento en su paseo por los jardines.


Ted guardó silencio y miró a su amigo, que caminaba despreocupado al despacho. Definitivamente no era tan tonto como creía. El Sombrero tenía razón. Loco, bromista, exagerado, pedante, soberbio e inquieto. Su amigo era todo eso. Pero también era inteligente. Y vaya que sí lo era. Ettore DiMaggio era todo un Ravenclaw.


5º año “Grageas de todos los sabores de Bertie Bott”

Ettore DiMaggio estaba sentado en la Sala Común de Ravenclaw. Frente a él, más de 50 cajas de Grageas, repartidas por el suelo. A su lado, una bolsa de papel. Una chica miraba su tarea afanosa, que consistía en dar un pequeño mordisco a una gragea, verificar el sabor y luego, si el resultado era asqueroso, guardar la gragea en la bolsa a su lado.


-¿Quién es tu víctima esta vez, Ettore?


El chico alzó sus ojos sangre y se topó con los ambarinos de su compañera, tan parecidos a los de su lechuza Pólux. Enarcó una sonrisa y negó con la cabeza.


-Nadie, Iris. Son para mí.

-¿Separas las de sabor asqueroso para comer tranquilamente las otras?

-No. Las asquerosas son mías. Y si no te molesta que estén levemente mordidas, las otras pueden ser tuyas.


La chica abrió sus ojos extrañada. Conocía a Ettore desde su primer año, cuando él iba en segundo. Y fue testigo de las bromas más truculentas y sin sentidos que alguien pudiese imaginar. Pero ese año había transcurrido tranquilo. Demasiado tranquilo, todos los profesores estaban extrañados que Ettore aún no intentara quemar el vestíbulo o aliarse con Peeves para torturar a los de primer año. De hecho, desde marzo del año anterior, el chico vivía encerrado en la biblioteca.

Ettore sintió la mirada escrutiñadora de la chica.


-¿Qué te pasa, Haverbeck?

-Nada, DiMaggio…


El chico comprendió. Había molestado a la única chica que no le incomodaban sus bromas ni tampoco intentaba intoxicarlo con Amortentia. Porque, había que decirlo. Ettore DiMaggio se había vuelto uno de los chicos más populares de Hogwarts. Sus ojos color sangre llamaban la atención. Su cabello negro, un poco largo, le daba un toque desenfadado. Su pálida tez resaltaba su mirada fría, enmarcada en un rostro anguloso y fino. Era alto, mucho más que el común de sus compañeros y su cuerpo se había desarrollado fornido desde que era golpeador del equipo de Quidditch de Ravenclaw. Además de su indiferencia y su porte gallardo, con toda la atracción de las tierras italianas, hacían estragos entre las jóvenes brujas.

Ettore miró a su amiga. Ojos ámbar, cabello color miel, como el pelo de Ted cuando lo conoció, de tez trigueña y pequeña. Sonrió.


-¿Quieres ayudarme, Iris?


Remarcó exageradamente el nombre de la chica. Y ella se percató de eso. Se sentó en el suelo y, por respuesta, tomó una caja de grageas y comenzó a separarlas. Ettore continuó en su trabajo también, sumamente concentrado.

El día sábado estaba lluvioso. Todos los alumnos se refugiaban en la comodidad y tibieza de sus Salas Comunes. Bueno, casi todos. Una sombra, protegido por la capucha de su túnica, estaba algo alejado del castillo. La lluvia aumentaba, pero la persona no daba señales de moverse de ahí.

Al rato otra silueta lo alcanzó. Cuando estuvo frente a la primera, rezongó enojado.


-¿No podíamos juntarnos en un lugar menos mojado, Ettore?

-No…


Ted calló. La voz de su amigo sonaba ronca y lejana.


-¿Qué te pasa?

-Desde que te hiciste novio de Victoire Weasley me haz dejado solo.

-¿Es una escena de celos?

-No. Te estoy mostrando lo “buen” amigo que eres. Y ahora te lo comprobaré.


Antes de que Ted reclamara, Ettore dejó una bolsa en el suelo. Cerró los ojos y comenzó a transformarse. A los segundos quedó convertido en un hermoso halcón negro de profundos ojos color sangre. Ted abrió su boca sorprendido.


-¡¡Eres un animago, Ettore!!


El halcón asintió con la cabeza y luego abrió las alas. A los segundos después, Ettore, transformado en un chico nuevamente, se sacudía la túnica mojada.


-¡Es increíble, Ettore!, ¡tus padres estarán orgullosos de ti!, ¿desde cuándo te transformas?

-Desde que eres novio de Weasley. Era mi sorpresa para ti. Ya que eres un metamorfomago, quería que compartiéramos algo. Pero ahora da igual.


Ted guardó silencio. Su amigo tenía razón. Desde que era novio de Victoire lo había dejado muy abandonado. Al punto de solo verlo en las comidas del Gran Comedor. Antes de empezar a disculparse, Ettore tomó la bolsa que traía. La colocó frente al rostro de Ted.


-¿Sabes qué es esto?

-No…

-Son Grageas de todos los sabores de Bertie Bott. Me pasé toda la tarde del viernes y parte de la noche separando las asquerosas de las sabrosas. Creo que si no es por Iris, no hubiese terminado jamás. Y en esta bolsa están las de los sabores más asquerosos y repugnantes.


Ted alzó una ceja y miró ceñudo a su amigo.


-¿Y a quién pretendes dárselas?

-A nadie. Son para mí.


Y antes de que Ted se diera cuenta, Ettore se echó un puñado a la boca. Solo pudo imitar su gesto un par de veces, antes de botar la bolsa y comenzar a vomitar impulsivamente. Ted lo tomó por los hombros y trataba de calmarle mientras le gritaba que era un estúpido.

Dos horas después, Ettore despertó. Su último recuerdo era de estar vomitando como poseído. Y se recriminó su estupidez mentalmente. Al mirar a un lado de la cama, vio a Iris dormir en una silla, apoyada en su cama. Tenía tomada una de sus manos, donde podía sentir el cálido aliento de la muchacha. Cuando miró al otro lado de su cama, vio a Ted durmiendo con la cabeza gacha y los brazos cruzados, sentado en una silla. Sonrió. Alzó la vista al techo de la enfermería y suspiró. A veces se preguntaba si realmente Ravenclaw era su casa.


-Nunca más te dejaré solo. Pero júrame que no volverás a hacer esa estupidez que hiciste.


El joven DiMaggio miró a un lado y vio a Ted observarlo con profundos ojos verdes, mientras su pálida tez era realzada con un cabello negro, que poco a poco se iba aclarando, hasta terminar de color castaño claro.


-Nunca más…

-Tuviste a todos muy preocupados. La profesora Malfoy se fue hace unos momentos. Y tu padre vino. Estaba furioso. Lo bueno es que te traje a tiempo.

-¿Qué pasó? No pensé que comer esas cosas me haría tanto mal.

-Descubrimos que eres alérgico al hígado de las grageas. Iris dijo que ella había probado esa, por eso no te pasó nada.

-Así que eso fue…

-Sí. Así que de ahora en adelante, no podrás comer grageas al menos que alguien las pruebe antes por ti.

-Entonces me voy olvidando de comerlas. Nadie se dedicará a ser mi catador oficial…

-Iris y yo nos ofrecimos. Tu padre quedó más tranquilo y me hizo jurarle que le escribiría apenas despertaras.

-¿Y por qué no lo haz hecho?

-Porque si Filch me encuentra merodeando por los pasillos, me detendrá. Y ya sabes que me tiene entre ceja y ceja por ser el mejor amigo del provocador más grande de la historia de la escuela.


Ettore sonrió quedadamente y comenzó a cerrárseles los ojos.


-Gracias, Ted…y disculpa por lo de los celos…

-Pierde cuidado. Te entiendo, también fue mi culpa al abandonarte. Prometo no volverlo a hacer. Ahora descansa.

-Respecto a lo que te mostré…

-Descuida. Ya hablaremos de eso. Por el momento, quédate tranquilo. Tu secreto está a salvo conmigo.

-Gracias, amigo…


Ettore se durmió y Ted cerró los ojos con una sonrisa en la cara. En los cinco años que conocía al joven Ravenclaw, era la primera vez que le debe las gracias. El susto ya había pasado.


6º año “Cerveza de Mantequilla”

-¿Lo haz visto?

-Para nada…

-Estoy preocupado. No ha aparecido en clases. Y no lo encuentro por ningún lado…¿no estará en la Sala Común de Ravenclaw?

-Vengo de ahí. Y no está.

-Por Merlín, Ettore. Dónde demonios te metiste…


Ted fruncía el ceño preocupado mientras Iris y Victoire lo observaban. La joven Weasley, luciendo su uniforme de Hufflepuff, susurró con temor.


-Teddy…¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

-Ayer en la noche, después de la cena. Estaba extraño, como ido. Susurró algunas cosas pero luego dijo algo de las cocinas y se fue.

-¿Y no estará en las cocinas? Él sabe como entrar. Hace unos años lo descubrí entrando cuando salía de mi Sala Común.


Ted miró a su novia y sonrió. A los minutos, los tres ya estaban en las cocinas de Hogwarts. Pero no se veía a Ettore por ningún lado. Iris se acercó a un elfo doméstico.


-Disculpa…¿ha visto a un muchacho venir?

-¿De ojos como la sangre?

-El mismo.

-Se veía muy triste. Nos preguntó si teníamos whisky de fuego. Estaba tan desesperado, que se lo dimos. No debíamos, pero estaba tan triste…le pasamos una botella.

-¿Dijo dónde iba después?

-Habló algo de un calamar…

-¡¡El lago!!


El grito de Ted hizo sobresaltarse a Victoire, Iris y al elfo. El muchacho salió corriendo, seguido de Victoire. Iris miró al elfo.


-Muchas gracias por tu ayuda.

-Tome…


Le extendió dos botellas sacadas de un estante.


-¿Y esto?

-Cerveza de mantequilla. Le ayudará a entrar en calor si acaso se ha metido al lago.

-Gracias…

-Me llamo Hook. Si necesitan algo, solo pronuncie mi nombre, jovencita.

-Muchas gracias, Hook.


Iris tomó las botellas, las guardó en su túnica y salió corriendo. Cuando alcanzó a Victoire, vio que ésta miraba preocupada el lago.


-¿Qué sucede?

-Encontramos a Ettore.


Antes que la muchacha preguntara algo, escuchó un grito enojado. Miró al lago. Estaba iluminado por la luna menguante y su brillo le daba un toque algo irreal. Pero lo que más llamaba la atención era ver a Ted, metido hasta la cintura en el lago vestido con su uniforme, y más adentro, con el agua hasta el pecho, estaba Ettore. Notó que el muchacho no llevaba su uniforme, pues su pálido torso se reflejaba en la superficie del lago.


-¡No seas idiota, Ettore, y ven para acá!

-¡NO!

-¡Ven!, ¡me estoy congelando!

-¡DÉJAME!, ¡EL CALAMAR ME TIENE QUE DEVORAR!

-¡Deja de decir esa estupidez y ven acá!

-¡NO!, ¡SOY UN ENFERMO!, ¡ESO SOY!, ¡¡CALAMAR, VEN A COMERME!!

-¡Imbécil!


Iris vio como Ted entraba al lago y alcanzaba a Ettore. Le quitaba una botella vacía que tenía en la mano y la arrojaba a la orilla con fuerza. Cuando notó que Ettore se resistía comprendió. Su amigo estaba completamente borracho.

Por fin Ted convenció a Ettore que saliera del lago. Victoire, llevando la túnica de Ted en sus manos, se acercó rápidamente, seguida de Iris, que llevaba las tibias cervezas de mantequilla. Cuando alcanzaron a los dos muchachos, notaron que Ettore llevaba solo sus pantalones del uniforme. Ted lo reprendía.


-¡Eres el imbécil más grande del mundo mágico!, ¡ahora, por Godric, dime dónde dejaste tu uniforme!


Ettore vio a Iris y la abrazó. Comenzó a susurrar cosas incoherentes hasta que Ted logró separarlos y zamarreó a su amigo.


-¡Tu uniforme!

-No me grites…

-¡¿Dónde está tu ropa?!

-Allá…


Ettore señaló un punto en la noche y cayó al suelo. Iris le entregó las cervezas de mantequilla a Victoire mientras iba a buscar el uniforme de su amigo. La joven Hufflepuff las abrió. Con un movimiento de varita secó a su novio y a Ettore, y les entregó las botellas. Ted la bebió de un trago y se reconfortó con el calor de la bebida. Luego le dio la cerveza a su amigo, que terminó de beberla y lo miró fijamente.


-Ted…soy un monstruo…

-Dime porqué dices eso…

-Me gusta mi mejor amiga. Iris me vuelve loco.


Victoire comprendió. El sentido de la amistad de Ettore era muy fuerte. Y que le gustara su mejor amiga lo descolocaba. Vio a la joven Ravenclaw acercarse y, cuando la tuvo al lado, le quitó el uniforme de Ettore. Le entregó su túnica a Ted y tomó del brazo a Iris.


-Vamos…

-¿Qué?, no…tenemos que ver qué le pasa a Ettore.

-Ted se encargará de eso, vamos.

-Pero…

-¡Vamos!


Iris se dejó llevar por Victoire cuando vio que Ted asentía. Cuando los dos muchachos quedaron solos, Ted comenzó a vestir a su ebrio amigo.


-¿Por eso te emborrachaste?

-Sí…

-¿Y por eso le pedías al calamar que te comiera?

-Sí…

-Eres un idiota.

-Lo sé…no la merezco.

-No es eso. Habla con ella. Estoy seguro que serás correspondido.

-¡Estoy traicionando su amistad!

-No lo haces…pero ya hablaremos de eso. Ahora vamos a la Sala Común de Gryffindor. Dormirás en mi cuarto.

-¿Por qué?

-Porque como prefecto tengo que preocuparme de que se cumplan las reglas. Y que te estés bañando en el lago sale de toda norma.

-Ah…por eso…

-Y como amigo, voy a cuidarte.


Ted terminó de vestirlo y lo ayudó a levantarse. Lentamente se dirigieron al castillo, siendo Ettore quien se afirmaba en Ted.

Al otro día, Ettore se despertó con un horrible dolor de cabeza. Miró a todos lados y notó que estaba en un cuarto desconocido. En lugar de los doseles azules, unos escarlatas coronaban la cama. Miró al lado y vio a Ted sentado, vestido solo con su pijama.


-¿Qué hora es?

-Las once de la mañana…

-¡Las clases!

-Es sábado, tarado.


Ettore sonrió mientras se sujetaba la cabeza. Miró a Ted.


-¿Por qué estoy aquí?, ¿Dónde estoy?

-En mi dormitorio. En Gryffindor. Pensaba compartir la cama contigo, pero Lohan se cayó de la escoba ayer y tuvo que pasar la noche en la enfermería. Le pregunté si podía usar su cama y me dijo que ningún problema.

-¿Y qué hago en Gryffindor?

-Ayer te emborrachaste. Y le pedías al calamar gigante que te devorara. Te convencí de salir, pero como estabas no podrías volver a tu dormitorio. Así que te traje acá.


Ettore asintió y recordó lo sucedido de golpe. Miró a Ted suplicante.


-Dime que Iris no estaba cuando te confesé que me gustaba…

-No, no estaba. Era Victoire. Y cuando Iris llegó, se la llevó. De hecho, ya hablé con ambas, en el desayuno. Quedaron más tranquilas. Eso sí, Iris me dijo que enviaría a un elfo con tu desayuno. No debería tardar en llegar.

-Fuiste a desayunar en pijama…

-No…me vestí con cualquier cosa en la mañana y hablé con las chicas luego de desayunar. Después vine a dormir otro poco. Me desperté minutos antes que tú.


En ese momento llegó un elfo trayendo una bandeja de desayuno. Se la pasó a Ettore, quien se sentó en la cama. Y luego desapareció, no sin antes darle los saludos de apoyo de Victoire e Iris. Ettore comenzó a beber el cargado café y Ted se sentó en la cama. Lo miró con profundos ojos amarillos.


-¿Desde cuándo te gusta Iris?

-Desde mitad de año de 4º año.

-Hace mucho…

-Me hice animago por ella. Como no puedo entrar al dormitorio de chicas, iba a verla como halcón, a través de la ventana. También en las vacaciones.

-Wow…que romántico…pero insisto, deberías decirle.

-Tal vez…a todo esto…no le digas a mi madre lo de ayer…

-Pierde cuidado. Ayer nadie nos descubrió. Quién iba a decir que tu fama de bromista te daría tan buen aliado.

-¿A qué te refieres?

-Ayer, cuando entraba contigo al castillo, me topé con Peeves. Y se preocupó por ti. Le dije que necesitaba su ayuda, para que no te castigaran. Y Peeves, diciendo que haría cualquier cosa por su socio, fue a hacer un escándalo cerca de las mazmorras. Así Filch no nos descubrió. Y los cuadros tampoco, todos fueron a ver la reprimenda de Filch hacia Peeves.

-Increíble…mi socio se lució…

-Ahora bébete ese café. Al almuerzo veremos a las chicas. Luego de desayunar duerme un poco.

-Lo que digas, el inteligente aquí eres tú.

-Si no me equivoco, el Sombrero te dejó a ti en Ravenclaw…

-Ese Sombrero ya está viejo…empieza a chochear…


Ted sonrió ante el comentario de su amigo. Lo vio servirse su desayuno con hambre atroz y luego acostarse a seguir durmiendo. Se levantó cuando escuchó el respirar sosegado de Ettore. Se dirigía al baño cuando la aguardentosa voz de su amigo lo detuvo.


-Dile a Lohan que gracias…

-Lo haré.


Y Ted entró al baño, sonriendo, mientras recordaba que durmió en el sofá del dormitorio hasta que Lohan se levantó y le ofreció su cama para que descansara. Pero Ettore no tenía porqué enterarse que durmió en la cama de Ted. Jamás se perdonaría haber obligado a su amigo dormir en un sofá por culpa de una borrachera.


7º año “Pastel de Cumpleaños”

Ted y Ettore esperaban sentados escuchar sus nombres para entregarles el diploma de graduación. Sus familias estaban filas más allá, sonriendo orgullosas.

McGonagall entregó el diploma y luego se acercó a la tarima. Aclaró su voz y cuando leyó el nombre que venía, esbozó una sonrisa.


-Bien, el alumno que viene ahora marcó un antes y un después en la historia de Hogwarts. No será recordado como el alumno más brillante que ha pasado por las aulas, aunque no negaremos su extraordinaria capacidad. Tampoco lo recordaremos por su gran capacidad para jugar Quidditch, aunque guió a su equipo a ganar la copa cuando fue capitán en 5º año. Y mucho menos lo recordaremos por su excelente conducta, porque su capacidad de saltarse las reglas fue tal, que me vi obligada durante un tiempo a usar su apellido como contraseña del despacho de la dirección para hacer más eficiente sus constantes visitas. Creo que no exagero al decir que pasó más tiempo en castigos o en mi despacho en lugar de las aulas. Y que su conducta irresponsable y descuidada lo transformó en el alumno más problemático que ha pasado por Hogwarts, superando con creces a Sirius Black, James Potter, los gemelos Weasley o Dante Barucci. Su capacidad para bromas fue tal que hasta se ganó el respeto de Peeves, quien “cariñosamente” lo llamaba “socio”. No, este alumno será recordado por ser el animago más joven del que se tiene cuenta registrado en el Ministerio de Magia, logrando a los 15 años su transformación, de manera ilegal, la que fue regularizada cuando cumplió su mayoría de edad. Pido un aplauso a este peculiar muchacho, Ettore DiMaggio.


Ettore se levantó con una sonrisa traviesa en la cara y comenzó a subir al escenario. McGonagall le entregó su diploma y lo abrazó formalmente. Luego lo quedó mirando y sonrió.


-Estoy orgullosa de ti. Espero ahora que madurez un poco y dejes de ser tan rebelde. Al menos la señorita Haverbeck ha ayudado un poco.


Ettore asintió y un levísimo rubor subió por sus pálidas mejillas al oír la mención de Iris, que era su novia desde hace un par de meses. Se despidió cortésmente de la directora y miró a su familia. Ahí estaba Scorpius, que aplaudía efusivamente. En su cabeza descansaba Woody, que también aplaudía. Dea le enviaba cariñosos besos mientras su padre aplaudía quedo, asintiendo con orgullo con la cabeza. Al lado de él, su tío Dante lo vitoreaba mientras su abuela Gina aplaudía llorando, con una sonrisa en la cara. La abuela Narcisa también aplaudía, tranquila, sonriente, mientras una solitaria lágrima le rodó por la mejilla derecha, que ella secó con dignidad. Y al lado de ella estaba él. El abuelo Lucius le aplaudía de pie, con la vista brillante y el pecho henchido de orgullo. Escuchó que alguien comentó la increíble capacidad de él, siendo animago tan joven. Y casi corrió a abrazar a Lucius cuando escuchó a lo lejos decir “lógico, ¿qué esperaban? Es mi nieto”. Realmente todo acababa bien.

Se fue a sentar al lado de Ted y cuando corrió su vista, vio a Iris, vistiendo su uniforme de Ravenclaw, que lo saludaba tiernamente desde la entrada del Gran Comedor, lugar que había sido ambientado para la graduación.

Le hizo un guiño coqueto y vio a Iris sonrojarse en el momento que llegaba Victoire a su lado, aún ataviada con el uniforme de Hufflepuff, para ver a Ted graduarse.

Más nombres, más discurso realzando la capacidad peculiar de cada alumno. Ettore ya comenzaba a aburrirse y planeaba seriamente provocar un caos en el Salón, cuando McGonagall comenzó un discurso que a él llamó poderosamente la atención.


-El siguiente alumno, me enorgullece decirlo, se gradúa siendo Premio Anual. Tuvo las más altas calificaciones de toda su generación de las cuatro casas. También se lleva el galardón por Servicios Especiales a la Escuela, máximo premio otorgado a un alumno, por su sobresaliente actuación en los disturbios con los centauros del Bosque Prohibido, ocurridos al principio del año escolar presente. Su conducta sobresaliente lo llevó a ser prefecto en 5º año, destacándose por su estricto cumplimiento de las reglas. Su participación en clases y constantes respuestas asertivas le significaron un sinfín de puntos para su casa, ayudando enormemente a que Gryffindor ganara la copa de las casas por tres años consecutivos. Y a pesar de todo lo anterior, cabe destacar que fue el mejor amigo del joven DiMaggio, siendo esta incondicional amistad puesta a prueba constantemente. Pido un aplauso a Ted Lupin, un increíble Gryffindor de tomo y lomo.


Ted subió el escenario muy avergonzado. La directora McGonagall le entregó su diploma enrollado y lo abrazó. Luego se separó de él y lo miró a los ojos.


-Sé que tus padres estarían muy orgullosos de ti. Nosotros lo estamos.


Ted asintió avergonzado y miró a su familia, como minutos antes lo había hecho Ettore. Vio a la abuela Andrómeda aplaudir orgullosa, junto a su padrino Harry. Ginny le enviaba besos de madre amorosa. Lily, ayudada por Albus, se encaramaba en una silla y tambien le enviaba besos efusivos. Albus agitaba sus manos y James aplaudía fuertemente. También notó que los Malfoy le aplaudían. Suspiró y agradeció con una leve inclinación a la familia de la hermana de su abuela y, al mismo tiempo, la familia de su mejor amigo.

Se fue a sentar al lado de Ettore y a los segundos sintió un codazo en su costado. Miró al joven animago con el ceño fruncido.


-Ni te enojes. Allá esperan tu saludo.


Apuntó con la cabeza la entrada del Gran Comedor y vio que Victoire lo saludaba tímidamente. Ted le envió un beso disimuladamente y luego volvió a concentrarse en la ceremonia, mirando de vez en cuando a su novia.

Dos horas después, Ted estaba sentado a la orilla del lago abrazado de su novia. Sabía que su familia estaba en el cóctel de graduación pero quería un momento a solas con Victoire, momento logrado al falso secuestro y la falsa despedida de compañeros que se inventó Ettore.

Y como si lo hubiese invocado con el pensamiento, su amigo apareció tomado de la mano con Iris. Frente a él flotaban cuatro platos.

Ettore se sentó al lado de Ted y con un movimiento de varita le entregó un plato con pastel a él y a Victoire, para luego comenzar a comer el propio e Iris lo imitó. Victoire, con una sonrisa agradeció el plato y comenzó a comer. Ted tomó su plato y miró a Ettore.


-¿Y tú?

-Vine a despedirme de Victoire…hasta, claro, cuando tengas los cojones de decirle a Bill y Fleur que eres el novio de su princesita y por fin puedas salir de fiesta con Iris y conmigo.

-¿Les dijiste a los demás donde estábamos?

-No…el abuelo Lucius me ayudó a distraerlos, contando la fascinante historia de cuando fuimos al Ministerio a regularizar mi condición de animago.

-Genial…

-Y mamá dijo que guardará el secreto. De hecho, no le ha contado a nadie, ni a mi padre.


Ted sonrió y comió un trozo de pastel. Le supo amargo y miró a Ettore frunciendo el ceño.


-¿Qué le pusiste al pastel?

-¿Al de las chicas o al mío? Nada. Al tuyo le eché laxante muggle.


Al ver la cara desfigurada de Ted, Ettore estalló en carcajadas y tuvo que ser Iris quien tranquilizara al joven metamorfomago.


-Es una broma, Ted. No le echó nada. Todos están amargos. Son del cumpleaños de Dante, el tío de Ettore. Cumplió años hace dos semanas y nos guardó pastel a los cuatro. Está amargo porque tenía limón, pero dijo que le hizo un hechizo que le avisaba si no los comíamos. Y si eso ocurría, nos transformaba en bestias.


Ted continuó comiendo del pastel mientras negaba con la cabeza. Y luego se preguntaban de dónde había sacado ese humor retorcido Ettore.

Cuando su amigo dejó de reír, Victoire lo miró.


-¿Y qué harás ahora, Ettore?

-Estoy entre sanador y dragonolista. Decidiré en el verano.

-¿Y por qué te hiciste animago? Pensé que serías auror.

-Te equivocas. La academia de aurores espera con los brazos abiertos a Ted. A mí me quieren lo más lejos posible de ellos.

-¿Y entonces?

-¿Entonces qué?

-¿Para qué te hiciste animago?

-Ese, querida Victoire, es un secreto que pretendo llevarme a la tumba.


Ettore sonrió y Ted negó con la cabeza. Su amigo jamás le diría a nadie el motivo principal y el secundario del porqué se hizo animago. Pero siendo él único que conocía ambos, se sintió enormemente afortunado.


-¿Y cuál es la sorpresa que me tenías, Iris?


La joven dejó el plato vacío a un lado y miró a Ettore. Una sonrisa franca y llena de ternura cruzó su rostro cuando sus ojos se toparon con los sangre de Ettore.


-Aprendí a hacer el Patronus.

-¡Wow!, ¿y qué forma toma?

-Míralo tú mismo.


La joven sacó su varita y se levantó. Apuntó al lago y cerrando los ojos, pareció meditar su momento feliz. Ted estaba seguro que sería el día que Ettore le pidió que fueran novios. En medio de un partido, el muchacho golpeó una bludger y a unos 100 metros sobre el suelo, montado en la Nimbus 2001 que le había pedido específicamente a su padre, le gritó si quería ser su novia. Cuando Iris asintió avergonzada, toda la escuela, que había sido testigo de la petición desde las gradas, estalló en un rugido y Ettore, en medio de su alegría, golpeó una bludger que terminó derribando al guardián de Slytherin. Sí, definitivamente ése era el momento más feliz de Iris. El inicio del alocado noviazgo con el alocado Ettore.


-¡Especto Patronum!


De la varita de Iris apareció una nube plateada, que en segundos tomó la forma de un gigantesco y majestuoso halcón. El Patronus sobrevoló el lago para luego perderse a la distancia.

El silencio invadió a los amigos. Iris volteó a ver a Ettore, que aún tenía la mirada fija en el lugar exacto donde había desaparecido el plateado halcón. Luego miró a Iris.


-¿Tanto me amas?

-Sí…

-Ni yo me amo tanto…

-¡Idiota!


Iris golpeó suavemente con su pie la pierna de Ettore mientras sonreía. El muchacho de cabello negro sacó su varita y se puso de pie. Miró cómplice a Ted y a Victoire y luego miró a Iris.


-¿Podrías, amor mío, informarle a los presentes cuál es tu animal favorito?

-Pues…el dragón…

-¿Podría especificarme, bella dama, cuál tipo?

-Opaleye de las Antípodas…

-Veamos…pensemos un momento feliz…mmm…el día que me emborraché y quería que el calamar gigante me devorara. O podría ser cuando inundé el baño de niñas…¡no!, mejor el día que descubrí que era alérgico a la gragea de hígado.


Ettore rió divertido y su novia lo miró alegre. Ted y Victoire lo sabían. Sabían que esos dos desquiciados que parecían cualquier cosa menos novios, compartían el momento más feliz de su vida.


-¡Especto Patronum!


De inmediato se formó un gigantesco dragón, cuya apariencia era igual al Opaleye de las Antípodas. El Patronus también sobrevoló el lago y desapareció en el mismo punto que el halcón. Iris miró a Ettore.


-Increíble…me amas más de lo que te amo yo…¡genial!, ¡te tengo en mis manos, tarado!

-¡te gustaría!


Y, guardando su varita, Ettore se lanzó en persecución de Iris. Victoire había quedado muy sorprendida con el plateado dragón, pero Ted no.

“Cuando mi Patronus tomó forma por primera vez…descubrí que la amaba”

Le encontró sentido. Ettore había descubierto su amor por Iris gracia a su Patronus. Sonrió. Al fin y al cabo, ese loco desquiciado que ahora estaba dentro del lago, jugando con Iris, mojándose e intentando ahogarse mutuamente, se había enamorado. Abrazó a Victoire mientras veía como Iris se sacaba la túnica y la tiraba sobre Ettore, para luego lanzarse sobre él. Sus carcajadas llenaban el aire. Y Ted sintió, desde el fondo del alma, que los dos cromos de ranas de chocolate que aún guardaba en el bolsillo sobre su corazón, le susurraban palabras de felicitaciones y orgullo.

Merlín lo premiaba y no podía pedir más.

martes, 17 de marzo de 2009

Sectusempra

Terminé!!!!!!! POR PRIMERA VEZ EN MI VIDA TERMINÉ UN FANFIC!!!!!!!!!!!! AAAAHHHH!!!!!!! NO QUEPO EN MI CUERPO DE LA EMOCIÓN!!!!!!!!!!!

Ejem...bueno, aquí está el final. Disfrútenlo. Y, como podrán leer, queda un preludio para la próxima historia, que estará muy bien. Estuve pensando y no quise que Ettore y Scorpius estuviesen al mismo tiempo en Hogwarts...pero todo tiene un motivo, ya entendrán ^^

En fin, nos estamos viendo para la próxima entrega...aunque este fic ya terminó!!!!! WOW!!!!!

El nombre del hechizo de esta entrada es mi hechizo favorito. Por eso lo coloqué ^^. Nos vemos!!!!



Kamal (que va a servirse un café con un gustillo a victoria)

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Νέο ξεκίνημα

La Estación de King’s Cross se hallaba repleta de personas, que miraban sin ver. La numerosa familia se movía con rapidez, sin dejarse atrasar por percances.


-Muggles…


El tono fastidiado de Draco hizo sonreír a Ofelia, que llevaba a Dea en sus brazos. Scorpius caminaba lo más rápido que le podían dar sus piernas de cuatro años, mientras que Ettore arrastraba un carrito, donde llevaba un baúl, una jaula con una lechuza negra de hermosos ojos ámbar y un trozo de tronco sentado a un lado de la lechuza.

Draco tomó en brazos al pequeño Scorpius y avanzó. Miró a Ettore con unos ojos de complicidad y de pronto, desapareció. El pequeño de ojos color sangre dio un salto de sorpresa y luego miró a Ofelia.


-mamá…no le digas a papá que demostré ese susto. El abuelo Lucius se enfadaría…

-Tranquilo…será nuestro secreto, cielo. Ahora, para seguir a tu padre, camina entre las plataformas nueve y diez. Hazlo tranquilo, rápido y ligero. Me quedaré aquí con Dea, en caso que tengas problemas. Al otro lado te espera papá con Scorpius.

-¿No voy a chocar?

-Claro que no. Tú confía.


El niño, de hermosos ojos color sangre, se desordenó el cabello negro, que acentuaba mucho más su pálida tez. Respiró hondo y, empujando el carrito, se lanzó hacia la pared que dividía la plataforma nueve y diez, para luego ser tragado por ella. Ofelia sonrió y se acercó descuidada, como si paseara por la estación. Y cuando ningún muggle la veía, también atravesó la barrera.

Al otro lado, el gentío llenaba el andén 9 ¾. Ofelia divisó a Draco de pie, mientras Scorpius se despedía de Woody, que le acariciaba los platinados cabellos. Se acercó donde ellos y Draco, al verla, sonrió.


-Quédate con Scorpius. Iré a guardar el baúl de Ettore.


Ella asintió y se quedó con su pequeño, que abrazaba a Woody con cuidado. Bajó a Dea y vio como Draco y Ettore desaparecían por un vagón.

Una vez que el hombre acomodó el baúl del niño, tomó la jaula con la lechuza y la dejó en el compartimiento. Iba a salir cuando Ettore le tomó la mano. Volteó extrañado. Su hijo adoptivo tenía la vista clavada en él.


-¿Qué sucede?

-Padre…¿y si no quedo en Slytherin?


Draco sonrió fugazmente y se agachó junto a su hijo. Miró esos aterradores y a la vez dulces ojos sanguinolentos mientras posaba su mano en la negra cabellera del mayor.


-Quédate tranquilo. Nos harías muy feliz si quedaras en Slytherin, pero si no es así, te seguiremos queriendo igual.

-Pero siempre los Malfoy han estado en Slytherin…

-Pero recuerda que los DiMaggio han estado toda su vida en “Ovest”, que es como Ravenclaw de Hogwarts. Así que si quedas en esa casa no hay ningún problema. Solo intenta no quedar en Gryffindor…

-¿Y si quedo en esa casa…?

-Pues me mandas una lechuza. Tengo que preparar al abuelo Lucius. No queremos que le de un infarto.


Le dedicó una graciosa sonrisa, pero el niño no sonrió. Al contrario, sus ojos se nublaron, como si un dejo de tristeza lo hubiese invadido de improviso. Abrió la boca para decirle palabras tranquilizadoras, pero la voz gutural del pequeño Ettore lo interrumpió.


-Si quedo en Gryffindor…¿el abuelo Lucius me dejará de querer?


Draco comprendió. Sabía de la fuerte relación que existía entre Lucius Malfoy y Ettore DiMaggio. El niño no quería decepcionar al que llamaba “abuelo” desde su más tierna infancia.


-Tu abuelo no te dejará de querer jamás. Tal vez se impresione un poco…solo un poco, pero luego lo aceptará. No importa la casa en la que quedes. No dejará de sentirse orgulloso de su nieto mayor. Y nosotros tampoco.

-¿En serio?

-Si el Sombrero te deja en Gryffindor, demuéstrales el coraje de un Malfoy. Si te deja en Ravenclaw, sé el más listo de todos. Si estás en Hufflepuff que jamás conozcas lo que es el cansancio…

-¿Y si quedo en Slytherin?

-Muéstrales lo que el abuelo te ha enseñado. Haz recibido todos sus consejos, su cariño, absolutamente todo. Ha sido abuelo, padre, mentor, amigo y cómplice. No creo que lo que decida un deshilachado sombrero cambie esas cosas.


Ettore sonrió y Draco se alzó. Miró fijamente a su hijo.


-Además, el abuelo Lucius siempre ha dicho que estarás en Ravenclaw. Eres mucho más inteligente incluso que Hermione.


Ettore sonrió ante aquel comentario y siguió a su padre, que ya bajaba del vagón. Se acercaron a Ofelia y ella le entregó la pequeña Dea a Draco, para abrazar a su hijo mayor.


-Cuídate mucho. No te metas en problemas. Nos veremos en un par de días. Ya hablé con McGonagall.

-Sí, mamá. Lo que digas.

-Recuerda llamarla “Profesora Malfoy” allá. Si le dices “mamá” pueden creer que te favorece.


Ettore asintió ante las palabras de su padre. Un pitido proveniente de la escarlata locomotora los sacó de su conversación. Ettore besó a su madre, a su hermana pequeña, abrazo a su padre y finalmente miró a Scorpius.


-Cuida a mamá…y a Woody…

-¡Claro! Te escribiré todas las semanas. Y la abuela Narcisa te leerá las cartas.

-Bueno.


Los ojos grises de su hermano menor se iluminaron y abrazó a Ettore. Woody escaló por la suave lana de su chaleco y se acomodó en el hombro del niño, afirmándose con los negros cabellos.

El pequeño de ojos sangre corrió al tren. Se subió y asomó la cabeza por la ventanilla. Ahí estaba su madre, con Dea en brazos. Y su padre, que lo miraba seriamente, con un tinte de orgullo paternal en los grises ojos, sujetaba la mano de Scorpius. El pequeño agitaba su mano con alegría.


-Nos vemos en Navidad, hijo.


Y con esa promesa de su padre bailándole en los oídos, Ettore agitó las manos y el tren comenzó su marcha. Los observó hasta que la estación desapareció tras una bifurcación. Se sentó y Woody bajó de su hombro para instalarse en sus piernas. Del bolsillo sacó una bolsa de cuero y la dejó frente al bowtruckle.


-La abuela Narcisa me pasó estos huevos de hada. Dijo que no quería que comieras cochinitas así que mandará más huevos de vez en cuando.


Woody agitó sus manos con alegría y comenzó a comer. La puerta del compartimiento se abrió, mostrando a un chico pálido, de ojos castaños verdosos y cabello color miel.


-Disculpa…todos los vagones están ocupados…¿te molesta si me siento aquí?

-Claro que no, adelante.


El chico se sienta frente a Ettore y mira a Woody, que continúa comiendo afanosamente.


-Wow…¿qué es eso?

-Es un bowtruckle. Un guardián de los árboles. Se llama Woody.

-¿Y es tuyo?

-Sí. En realidad mi padre se lo regaló a mi madre hace años. Pero mamá dice que Woody parece disfrutar más conmigo, así que me lo pasó de mascota. Aunque también es la mascota de mis hermanos.

-Increíble…yo no tengo mascotas, pero debe ser muy entretenido tener un…un…a Woody.


El niño mira fascinado al bowtruckle y pronto comienza su cabello a tomar un color celeste, como el cielo que se veía a través de la ventana.


-¡Tu pelo!

-Ah…eso…

-¿Por qué cambia de color?

-Soy metamorfomago…como mi mamá.

-Wow…eso sí es increíble…


El chico del cabello azul se sonrojó y extendió su mano.


-Mucho gusto, soy Ted Lupin.

-Ettore DiMaggio.


Y ambos se estrechan la mano mientras sendas sonrisas cruzan sus caras sin una pizca de rencor.

Era un nuevo comienzo…

Finite Incantatem

Y llegó el fin!!!! Originalmente éste capítulo es el final. Pero queda uno más, que es una especie de epílogo de toda esta historia y el prólogo de la siguiente ^^

Espero lo disfruten...me llena de paz esta historia...pero quedan cosas pendientes, así que se verán en la continuación (como la muerte del maldito Pietro!!!! aggg...!!! que personaje más insoportable he creado!!!! ¬¬)

En fin, nos vemos...en un rato, porque publiaré el epílogo apenas lo termine de escribir. Ah! y avisar de inmediato que la próxima historia no será vista desde los pensamientos de diferentes personajes como esta...porque son muchos y terminaría muy enredada xD Así que la contará un Dios (o sea yo xD) y ahí veremos que pasa ^^

Mención a Ron (sí, un Weasley...pero, ¿qué quieren? No todos son malos...además, descubrí que en la familia de la Comu, tengo de bisabuelo a Harry Potter y Ginny Weasley...así que qué se le va a hacer...pero la sangre Black pesa más xD) ejem...digo, mención a Ron que me ayudó con el título de este capítulo...así que cualquier cosa, le reclaman a él, yo me lavo las manos xD

Saludos!!!!


Kamal (que frunce el ceño porque tiene que ir a comprar cigarros y le da flojera...¬¬)

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Earned peacefulness

Nada faltaba. Todo estaba en perfecto orden. Ofelia peinaba los castaños cabellos de la niña de ojos grises, piel tostada y dulce mirar, igual a su madre. Scorpius jugaba con Woody, mientras Ettore los observaba emocionado, esperando impaciente su cumpleaños, para empezar a ir a Hogwarts. Dante, aquel lunático vendaval de ojos infernales y cabellos chocolate, estaba quieto, leyendo ensimismado en un rincón del cuarto. Ya se le habían acabado las travesuras, las bromas, las locuras que llenaron su estancia en Hogwarts. Ahora le veía con el ceño fruncido y concentrado, leyendo, escribiendo, preparándose para seguir los pasos de su hermana que, aunque no lo admitiera, era su ejemplo.

Lo había escuchado. Decírselo bajo a Woody, el guardián de los secretos de esa familia. La admiraba, amaba todo de ella.

Se levantó. La lechuza en la ventana golpeaba con ahínco el vidrio. Tomó el pergamino y la albina ave se fue a reposar sobre la chimenea, vigilante, escudriñando todos los rincones.


-¿De quién es, cariño?


La voz de ella le susurró secretos que sólo ellos conocían. La calma de su vida había llegado y cada vez que la oía, recordaba sus frases en italiano, su testarudez, su silueta juvenil, su “mate” de aquel “jaque” que le encantó perder. La derrota no supo amarga. Era con sabor húmedo. Con olores de vino y limón. Con soles infinitos y amaneceres en el campo.


-Es de Spetralle. Nos informan que Ettore tiene un cupo en la escuela y preguntan si lo vamos a usar.

-¿Quieres ir ahí, Ettore?


El pequeño levantó la vista y fulminó con dulzura de sus ojos sangre a las esmeraldas interrogativas que le enfrentaban. Y notó el brillo de superioridad heredado de Lucius. Y sintió las vibras del orgullo Malfoy que expelía el pequeño.


-No, madre. Quiero ir a Hogwarts, tal como fueron el tío Dante, mi padre y el abuelo Lucius.

-Muy bien cielo. Enviaré la carta para rechazar la plaza reservada.


Y se levantó, con la dignidad de una reina. Y la pequeña Dea corrió donde su padre, para aferrarse a sus piernas, buscando ese tesoro que le juró mostrar cuando fuese grande, cuando tuviese edad para mover con gracia la varita y conjurar un sinfín de banalidades.

Tomó el pergamino y besó fugazmente su boca, dejándole un temblor de esencias pragmáticas. Un perfume de aquello desconocido que había descubierto lo que era cuando aún su pequeña se refugiaba en el vientre de su madre. Ese aroma a los campos de Toscana, bañados en el rocío del amanecer.

La vio desaparecer bajo la atenta mirada de Ettore, que sonreía sin par, para luego volver a concentrarse en el juego de Scorpius y Woody. Y alzó en sus brazos a la pequeña de piel bronce, como su madre, y sus ojos grises chocaron como olas en un roquerío, bajo la tempestad.


-Todos tus hermanos estarán en Hogwarts, ¿no te alegra, mi preciosa Dea?


Por toda respuesta, la risa infantil lo llenó de vértigo. Y sus movimientos labiales le recordaron a Narcisa, cuando sonreía bajo el gran sauce de la mansión Malfoy, cuando Lucius la acunaba en sus brazos, protegidos de las miradas de curiosos. Cuando supo que una niña haría compañía en su vida y que la princesa Malfoy tendría los ojos del clan. Y sonrió.

Gina superará que sus ojos no se hayan heredado…

Claro que lo superaría. Esos pequeños llenaban el aire con su presencia. Y mientras abrazaba a Dea y volvía a sentarse en el sofá que antes ocupaba, los recuerdos se le agolparon y llegaron volando, como hipogrifos desbocados.


-Non rovinato. Allora il mio nipote sarà più insopportabile di quanto. (No la malcríes. Después mi sobrina será más insoportable que tú).


Miró a una esquina. Y ahí estaba el dueño de esa voz cavernosa, oscura, grave y con tinte de crueldad. Pero la sonrisa traviesa, oculta bajo libros y pergaminos, le relajó. No era como Pietro. Era simplemente la fracción de segundo en que Merlín decidió hacer las cosas bien.

Salazar debió golpearlo hasta el cansancio para arreglar las cosas…

Y la imagen del flamante fundador de la casa de las serpientes golpeando con su varita al poderoso Merlín lo hizo sonreír sin culpa. Más que mal, estaba tranquilo.

Se lo había ganado…

Relashio

Me costó. No sé porqué pero me costó escribirlo. Me demoré su resto y no quedó tan bueno...pero me perdonarán porque se acerca el final ^^.

Ya, entonces lo dejo, disfrútenlo de igual forma y...he de avisarles que aquí mismo subiré la continuación de esta historia ^^.

Besos a todos!!!!!



Kamal (que se despertó a las 2 pm y se pegó en la cabeza con la ventana al levantarse de sopetón xD)

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Cry of joy

Viento. Muchísimo viento corría cuando dejó de escuchar la estridente voz de Harry, que le gritó que había nacido su segundo hijo. Y el eco se quedó rebotando por las paredes luego del “crack” que hizo al desaparecer. Ver su sonrisa, iluminada con lágrimas, como si fuese la primera vez que era padre. Y sintió un poquito de envidia. De esa sana. De la que fluía como un hilillo de nieve derretida por el pecho. Porque él no quería esperar más. No lo haría. De verdad no debería siquiera hacerlo.

A veces lo llamaba, en susurros. Pegaba sus labios a esa montaña majestuosa y le cantaba, le murmuraba historias antiguas, para que se apurara, para que no le hiciera esperar más. Pero se mantenía quieto, con la cabeza pegada al otro lado de la montaña, él lo sabía. Y lo podía ver cerrando sus ojos y abrigándose en el vientre de su madre. ¡Hasta podía ver como chupaba su dedo! Sonrió. Su mente volaba rápido cuando imaginaba a ese niño o niña. Porque Ofelia no quería saberlo, porque por más que le rogaron, se negó a saberlo.

Testaruda…

Se desgarró el aire con aquel profundo gemido. Le entró una punzada de angustia al oír como aquel sollozo liquidado, sin previo aviso, barría con el eco que antes habían sido carcajadas y gritos.

Subió las escaleras, o más bien, voló sobre ellas, como alado Hermes, para ver el origen de aquel clamor. Y la vio. En la cama. Sujetando aquella montaña de bronce bruñida, llena de sudor seco y sus ojos pidiendo ayuda, salvación, reflejando tornados de sufrimiento.


-¡Ofelia!

-Draco…viene…


Nada más decir. Correr, llamar a Dante, ir a buscar a Ettore…luego se vería dónde dejarlo. La prioridad era esa barriga que pateaba y el rostro de Ofelia. Sufría. Sé que sufre. Pero esa sonrisa, casi contagiosa, embargaba cualquier lamentación.

Íbamos a ser padres…

La blanca sala era asfixiante. La mano presionaba la mía, como si la vida se le fuera en ello. Dos personas, tres, qué más daban. Eran simples espectadores, almas inconsecuentes que presenciaban el milagro ahogado que presionaba su pecho.

Un llanto. Potente. Estremecedor. Salió de todas partes y de ningún lado al mismo tiempo. Y antes de percatarse estaba ahí, sobre los pechos de su madre, moviendo la cabeza, buscando algo con sus ojos ciegos. Y reconocer el aroma que lo llenó desde meses, y aferrarse a aquel dedo que se le ofrecía presuntuoso.


-¿Cómo se llamará, Draco?

-Scorpius

-Scorpius Draco, me gusta…


Y ese pequeño bulto cobró vida. Alzó los ojos grises hacia él e hizo una mueca, parecida a una sonrisa. Lo había reconocido. Había escuchado todas esas historias. Estaba despierto cuando le hablaba. Y era su sentir el que había traspasado las barreras de toda lógica y esos ojos grises buscaban su símil e investigaba las suculentas formas que se presentaban a su alrededor.

Comprendí…

Ya nada era igual. Ya podía ser austero. Ya podía llorar. Y lo hizo. Y las lágrimas le abarcaron el contorno de la cara y sintió la pesadez de su esencia. Y se mareó. Y se acercó a colocar sus labios en esa piel tibia, con aroma a dragón, a nieve y a limón, que le refrescaba con su seca fisonomía desacorde. Y no deseó más, pues sintió también la calidez de esa mano de bronce posarse en su rostro, acariciándolo y jugando a crear campos en sus mejillas, enjugando sus lágrimas con risas silenciosas, con amaneceres libres que se apropiaban de esos mares esmeraldas, de esas arenas de piedras preciosas.


-Somos una familia…

-Siempre lo hemos sido…

-Tómalo…te está buscando.


Obedeció. No pensó mucho. Hace tiempo su cerebro lo abandonaba con asuntos de su familia.

No me meto donde no me llaman, Draco. Un cerebro es inteligente y sabe cuando hacerse a un lado.

Era verdad. Ahora solo reaccionaba el corazón. Esa manada de centauros que lanzaban flechas al aire y que caían en sus costillas mientras contemplaba a esa criatura de albina piel, albinos cabellos y albinos ojos grises. Y descubrió que la vida era inmensa y demasiado frágil. Especialmente cuando esos pequeños ojos quietos se humedecieron, mostrando una sombra oscura al fondo del iris.


-Va a llorar…

-Claro que sí, tendrá hambre.


Lo dejó en brazos de esa hija del sol y miró a sus dos maravillas. Luego las volvería a ver. Ahora tenía que anunciarle al mundo su felicidad, esa batalla campal que se avecinaba.

Salió a la sala de espera, donde los vio. El joven Dante, como un niño malcriado, se paseaba de un lado a otro, desesperando la vista de Lucius, que se hallaba de pie en una esquina. Narcisa y Gina estaban sentadas una a cada lado del niño de ojos sangre, como hermosas guardianas del pequeño Ettore, que llevaba en sus brazos a Woody. El bowtruckle le acariciaba la albina piel de vez en cuando, calmando al pequeño cuyo rostro de susto parecía no encajar en aquella escena.


-Fue niño…ambos están bien…se llama Scorpius Draco…


Lucius se acercó a abrazar a su hijo. Y ahí, perdido entre sus brazos, sintiendo el orgullo en el aire que exhalaba ese hombre de frío proceder, con los cánticos de Dante, Ettore y Woody y las palabras de alegría de Narcisa y Gina, sonrió.

Todo era perfecto.

lunes, 16 de marzo de 2009

Lapifors

WOW!!!!!!!!!!!!! Me encantó escribir este capítulo!!!! Y descubrí que tengo un personaje para amansar bastante bien...hasta podría repetirse en cierta forma la historia de Remus y Tonks...pero no adelantaré nada ^^

Aquí lo tienen. El primero de los 3 pensamientos de Draco. Y luego el gran final (que de gran no tendrá nada xD) para empezar a escribir pronto la otra parte...TENGO MIL IDEAS EN LA CABEZA!!!

En fin, ahora me iré a dormir. Disfruten este capítulo...que creo será mi favorito hasta el momento. De echo, casí todos mis favoritos son las visiones de Draco, excepto el de Ofelia, "Neve nella finestra" que siento me quedó muy bien hecho.

Y sí, como no postean, no pongo porno...¬¬...y me alabo sola xD Ya, me voy a dormir, hablo pelotudeces.



Kamal (que siente mentalmente el "crucio" que le lanzará su madre por seguir metiendo bulla con el teclado a estas horas xD)

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Unexpected miracle

No podía ser cierto. Pero ahí estaba ella. Con una sonrisa en el rostro y ese brillo especial que le decía que todo era verdad. Ettore, con sus seis años y medio cantaba con Woody alguna canción desconocida, que se oía lejana. Solo podía estar embotado en sus pensamientos, en las frías noches de sopor, en los cálidos besos ahogados en su recuerdo y en esos ojos esmeraldas que lo observaban expectantes, esperando algo, alguna cosa.

Pero no podía decir nada. No se lo esperaba. Le retumbaban mil cosas en la cabeza y Ofelia no le ayudaba, con su cara de niña traviesa. Era una broma. Pero no podía serlo. Demasiado en serio para ser una broma, demasiado inesperado, demasiado milagroso.

Voy a ser padre…

Y el corazón le palpitó. Como aquel día cuando la conoció, como cuando ella le hizo el “mate” de su “jaque” en aquel invernadero. Como el primer beso. Como la primera vez que se perdió en sus gemidos y los sinsabores de sus sábanas. Como la noche que aceptó ser su esposa. Como el día que se casaron. Todo, absolutamente todo, perdía su importancia. Se ahogaban en la pócima que se había vuelto su cerebro, una vez más.

Hola Draco, soy tu cerebro. ¡Wow!, qué sorpresa, ¿no crees? ¿Ves que sirvió que me fuera de vacaciones?

Cállate imbécil, que nadie ha pedido tu opinión. Ahora no hables, ahora no digas nada. Tengo que ser yo. Tengo que decirle algo, tengo que abrazarla, fundirme en su pecho, fusionarme con su aliento, decirle que es hermosa, que me asfixio cuando ella se aleja, que me idiotiza su piel bronce, como metal incandescente, que su cabello es el bosque donde soñé siempre perderme. Que sus ojos son lagunas aguamarinas que susurran secretos inconfesables y llevan a la última locura.

Que me hace el hombre más feliz del mundo con esas palabras…

Pero nada salía. Nada podía decir. Y veía como la pequeña sonrisa se apagaba y los ojos miraban un punto infinito, perdido entre los clamores de sus desnudos pies. Su silencio cómplice, manchado de tintes de amargura, que no tenía porqué tener. Se armó de valor, para que la respuesta no fuera una simple jugarreta.


-¿Vamos a ser padres?

-Sí…


Y ese susurro, casi abatido, le perforó los oídos, se inmiscuyó en su piel y desató una explosión de verdades infinitas, de locuras primaverales, de una lujuria sin precedente.

Se acercó a ella y la abrazó. Y besó su boca, sus mejillas, su frente, su nariz, sus ojos. Y le regaló una tempestad de besos que jamás le había dado, excepto si ella se encontraba desnuda, dispuesta frente a sus manos exploradoras y sus labios deseosos. No importaba nada más. Solo existían ellos tres, que pronto serían cuatro. Y ese pensamiento le hizo recordar a Ettore y su indescifrable canción.


-¡Ettore!


El niño miró a su “padres” con una sonrisa en la cara, como si su ingenuo carácter le indicara lo que sucedería después.


-¿Sí?

-Vas a tener un hermano…


La mención del hermano enloqueció al pequeño. Saltó, bailó, gritó, expresó su alegría realizando una danza que encontró demasiado fantástica, extraída de las profundidades mismas de los bosques, puesto que Woody bailaba con él de forma sencilla, irrompible. Y el torbellino con fragancia a leche y chocolate desapareció por la puerta, seguido de aquel tronco castaño oscuro que parecía parte de la familia. Y escuchó los gritos de alegría y su pequeño informante alzaba la voz, callando cualquier clamor, mientras pregonaba a los cuatro vientos lo que sus padres adoptivos le habían dicho.

Se perdió de los saltos de júbilo que acontecían en algún sector de la mansión. Se perdió de las carreras y de cualquier otra reacción. Todo se perdió porque el mismo se hallaba perdido entre esos labios frutales, con aroma a limón y a eso indescifrable, que aún no averiguaba qué era. Porque su lengua recorrió esa cavidad húmeda, líquida, primaveral, soleada, que se le ofrecía en bandejas y cantos de sirenas.

Se separaron y la notó lejana, ausente pero tan suya. Y la sonrisa le devolvió el tesoro sibilino que le pertenecía. No pudo admirar más. El golpe abrupto de la puerta lo sacó hoscamente de su perdición.


-¡¡Voy a ser tío!!


Y un joven de ojos magentas y cabello chocolate se acercó corriendo. La piel pálida estaba teñida de sudor, indicándole que el muchacho había venido de alguna parte lejana de los terrenos. Sin previo aviso el joven le saltó encima, azotándolo contra el suelo mientras lo abraza y golpeaba cariñosamente. Demasiada efusividad.

De ahora en adelante, Dante no vuelve a juntarse con Harry.

Cuando por fin dejó de sentir abrazos asfixiantes y golpes con toques fraternales, Dante miró a Draco con una sonrisa de complicidad en los labios.


-Ya era hora, cuñado. Espero que no sea el único…ahora…¿dónde está mi hermosa hermanita?


Y sin esperar respuesta, se levantó y abrazó a Ofelia, que reía encantada de aquel torbellino de pasiones desenfrenadas en que se había convertido su hermano menor. Aún tirado en el suelo, observó la escena. Dante saltando de júbilo alrededor de su hermana y luego, sin previo aviso, unirse a esa danza etérea de Ettore y Woody. Y bendecir al nuevo ser con palabras dichas en un idioma que se le antojó dulce.

Solo sonrió. Se sentó a medias en el suelo y sólo sonrió. No importaba nada más. Ni las locuras de Dante, ni las extravagancias de Ettore. Ni siquiera las palabras que Woody le decía a ese pequeño en forma confidencial y que él había presenciado mientras fingía dormir. Nada importó más nunca más.

Iba a ser padre. Y ése era su milagro.

Relaskio

Uff...este capítulo sí que me costó. Entre que me salió humano y discorde...además de largo. En fin, disfrútenlo igual porque lo hice con mucho aprecio...aunque éste definitivamente es un bodrio xD

mmm...estoy con insomnio...es puritita ansiedad...pero que bah! eso me hace escribir y bue...sería todo.

Hoy extrañé a la Javi y su eterno miedo que su madre la descubra en el PC a esta hora y a "Imperio" y "Crucio" limpio la mande a dormir xD. Pero este capítulo no va dedicado a ella...en realidad a nadie. Aquí muestro que Pietro Barucci es un verdadero bastardo!!! Así que cuando se me antoje matarlo, ese capítulo será todo tuyo, Javi ^^

Gracias a Herm, que me acompaña en mis noches de insomnio hasta cuando puede xD. Y no olvido a Gish, que sigue este fic o intento de fic.

Tani, no leas este capítulo...no tiene nada de nuestra Dios xD

¡Ah! Avisar que quedan solo 4 capítulos sin contar éste. Y subiré otro inmediatamente. Pero también avisar que esto es el preludio de la verdadera historia...porque de alguna forma tengo que explicar que un chico de...(ja! no les diré aún en qué casa queda Ettore) ayude a Scorpius a partirle la cara al idiota de James Jr., que lo estaba molestando xD.

Antes que empiece a leer, vaya a buscar algo para beber, tenga sus cigarrillos a mano y relájese, porque se viene largo xD


Kamal (que tiene 3 cigarros solamente...pero no se preocupa porque mañana le pagan xD)

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Αγγίξτε δολοφόνο

En “El Profeta” fue anunciada con bombos y platillos. Para qué decir qué sucedió en “Corazón de Bruja”. Le fue dedicada una edición especial porque ni siquiera alcanzaba a ser la boda del año. Boda del siglo la llamaron, solo comparada con la de Harry Potter y Ginny Weasley.

Y los reporteros la perseguían. Y querían saber todo de aquella que había conquistado el corazón del soltero más codiciado del mundo mágico.

Su nombre era Ofelia Barucci, única heredera de una gran dinastía en Italia. Sus padres, Pietro y Gina Barucci, eran poderosos empresarios en las tierras de las pastas. Había adoptado a un niño, Ettore DiMaggio, hijo de unos amigos de la escuela, víctimas de El Innombrable y sus seguidores. Aquello mostraba el gran corazón que poseía. Había estudiado en “Spettrale”, la famosa Escuela de Magia y Hechicería de Italia. Pertenecía a la casa de “Ovest” y salió siendo la primera de su generación. Inteligente, solo alguien como ella podría estar con el heredero del Imperio Malfoy. Todo, querían saberlo todo. Tenía 22 años, era poseedora de una belleza exuberante. Cabellos castaños, color chocolate, que caía suavemente formando hermosas ondas hasta sus caderas. Unos ojos esmeraldas, que brillaban como gemas. Piel tostada, delgada, no muy alta. Labios rosados, ni gruesos ni delgados. Y una eterna sonrisa.

La seguían. Donde quiera que fuera. La veían llevar a Ettore al Callejón Diagon. La veían pasear por el Valle de Godric junto a Ginny Potter y Hermione Weasley. La seguían en sus clases, ya que estaba terminando una excelente carrera para ser profesora. Sí, la futura señora Malfoy iba a hacer clases en Hogwarts, todos estaban seguros de ello. Y sacaban sus cámaras y los flash le escocían los ojos a Ofelia, pero ella, cansada, les regala una sonrisa de comprensión y continuaba caminando.

Siempre amable, siempre dispuesta. No daba declaraciones pero jamás se negó a brindar un poco de su tiempo para saludar o sacar una foto rápida, casi improvisada.

En cambio Draco Malfoy era mutismo absoluto. Pero una eterna sonrisa le seguía donde quisiera que fuera y los periodistas la reproducían mil, dos mil, cien mil veces si era necesario. Porque no todos los días se ve sonreír al joven Malfoy.


-¡Son insoportables!


Draco estalló en la sala de la Mansión Malfoy. Narcisa sonrió al ver a su hijo pasearse de un lado a otro y regaló una cucharita llena de huevos de hadas a Woody, que se sentó a los pies de Narcisa, alejado del fuego, y comenzó a comer alegremente. Ofelia tejía tranquilamente una bufanda a Ettore, con los colores verde y gris, mientras el niño estaba sentado en las piernas de Lucius Malfoy, que segundos antes le contaba una historia.


-Deberías relajarte, Draco querido. Cuando tu padre y yo nos casamos, fue el mismo revuelo.

-¡Pero madre! Esos periodistas me tienen enfermo. Me siguen al Ministerio, a la empresa, persiguen a Ofelia a sus clases, ni siquiera dejan que Ettore juegue tranquilo en una plaza. ¡¡Hace unos días le preguntaron si estaba feliz que yo fuese su nuevo padre!!

-¿Y qué les contestaste, Ettore?


Draco abrió los ojos sorprendido al escuchar la pregunta de su padre, dirigida al pequeño niño de cabello negro y ojos color sangre. El muchachito sonrió mientras tomaba las manos de Lucius.


-Que estaba muy feliz. Y que me gustaba mi nueva familia.

-Muy bien, así debes contestarles. Pronto serás un Malfoy hecho y derecho así que alza esa barbilla y mírame como los miraste.


Ettore miró de forma soberbia a Lucius y el hombre sonrió.


-¡Ese es mi nieto!

-¡Padre!

-Querido, deberías relajarte un poco. Ya ves a Ofelia. En todos los medios hablan maravillas de ella. Es una verdadera Malfoy.

-Gracias, Narcisa.


Draco dio un bufido de resignación y se fue a sentar al lado de su prometida. Narcisa volvió a llenar la cuchara de huevos de hada para Woody y miró a su hijo.


-Debes tranquilizarte, Draco. Te casas en una semana y estás más nervioso que la novia.

-Esos periodistas de pacotilla me sacan de quicio…


Draco sintió la mano de Ofelia acariciando la suya y volteo a mirarla. Se topó con esos mágicos ojos que tanto amaba y esa sonrisa que lo amansaba. La voz de Ofelia era calma pura.


-Draco…déjalos. Una vez que nos casemos, se aburrirán y encontrarán otra noticia. Solo buscan llenar páginas.

-Además, eres un Malfoy…

-¡Y los Malfoy siempre son importantes!


El grito que dio Ettore por respuesta a la frase de Lucius hizo sonreír al hombre, que le acarició la cabeza con ternura.


-Así me gusta. Serás un excelente ejemplo para tus hermanos.


El niño sonrió y Draco suspiró. Qué más daban los periodistas. Tenía paz en su casa, su vida había tomado un rumbo inesperado y no podía pedir nada más.

Una semana después…

Ofelia se miraba al espejo. Su traje de novia era hermoso, tal como siempre lo soñó. Blanco, con reflejos plateados, ceñido al cuerpo y suelto desde las caderas. Luego miró el delicado maquillaje y el moño sencillo de su cabeza, adornado por un tocado de diamantes que le había regalado Narcisa. Definitivamente Ginny y Hermione se habían esmerado en dejarla realmente hermosa.


-Te ves bien.

Volteó y sus ojos chocaron con los ojos magentas de su padre.


-Padre…

-Lo conseguiste. Recuperaste el derecho de pertenecer a los Barucci, tienes una familia y le diste un hogar digno a Ettore. Todo en un par de años. Felicitaciones.

-Bueno, yo…

-Ahora me quedo tranquilo. Ya me puedo dedicar por completo a la educación de Dante. Tu hermano tomó el mal ejemplo de tu rebeldía pero ya lo rectificaré. Esta boda también será un ejemplo para él. Así aprenderá que la sangre es un factor muy importante.

-No seas muy estricto con Dante…él sabrá comportarse. Si deseas, yo hablo con él…

-Estaría bien. Deberías indicarle el error que cometiste con mezclarte con ese mestizo. Lucca DiMaggio hizo muy mal al casarse con esa muggle, a pesar de ser un sangre pura…y su hijo trató de arreglar aquel error al estar con Isabella Cipriani, otra sangre pura. Pero esas ideas de libertad y de aceptación para con los muggles iban a destruir la gran mente que podría ser Ettore. Al menos con los Malfoy, ese pequeño ya comprende lo que vale. Y esa sangre asquerosa que corre por sus venas por culpa de su abuela muggle poco a poco irá desapareciendo.

-Padre…no digas esas cosas. Lucca simplemente se enamoró…

-Ya, ya…eso del amor de nuevo. No me agotes con un tema que no me interesa. No me importó cuando Lucca o Giovanni quisieron hablarme de él, ¿qué te hace pensar que ahora, porque tú lo mencionas, me interesará más? Lograste enamorar y estás a punto de casarte con Draco Malfoy. Pero eso no quita la basura en la que te revolcaste hace años.


Ofelia tragó duro y no replicó. No quería arruinar el día más feliz de su vida. Pietro sonrió falsamente y se acercó a Ofelia. La miró profundamente y susurró con toda la maldad que podía, escupiendo cada palabra.


-La felicidad que haz tenido los últimos años me la debes a mí. Cada segundo de tu existencia será gracias a mí. Porque velé por tu integridad aunque no hayas querido.

-¿A qué te refieres, padre?

-A que la maldición que sacó de este mundo a la escoria de Giovanni DiMaggio salió de mi varita. Fui yo quien la pronunció.


Y ahí estaba. Pietro Barucci había arruinado el día más feliz de su única hija. Ofelia ni siquiera alcanzó a decirle algo. Una potente voz se escuchó.


-¡Fuera!

Ambos Barucci miraron y vieron a Lucius temblando de pies a cabeza, a causa de la ira. Pietro Barucci sonrió y miró a Lucius.


-Lucius, Lucius…no querrás que todos comenten que el padre del novio echó de la boda al padre de la novia.

-Largo. Ofelia no lo quiere en su boda. Y yo tampoco.

-Si me voy, me llevaré a Dante y a Gina.

-No, ellos se quedan. Pero usted se larga.

-Lucius Malfoy…¿con qué derecho te enojas conmigo, si tú también alzaste la varita frente a inocentes? No eres mejor que yo.

-He dicho que largo. No me obligues sacarte a rastras, Pietro…te largas por las buenas…o soy capaz de sacarte a patadas.


La decisión en los grises ojos de Lucius provocó algo en Pietro. Algo que no quiso quedarse para averiguar. Antes muerto que admitir que sintió miedo.


-Me voy. Vendré mañana a la Mansión a buscar a Dante y a Gina. Felicidades, Ofelia. Y que seas muy feliz.


Y riendo quedadamente, se retiró. Ofelia miró a Lucius y el hombre se acercó a ella. La abrazó y dejó que la joven llorara en su hombro. Cuando se calmó, tomó su rostro entre sus manos y le sonrió.


-Si quieres, puedo pedirle a alguien que te lleve al altar…

-¿Puede ser usted?


Lucius abrió sus ojos sorprendido. Y en su frío rostro apareció una misteriosa sonrisa.


-Si así lo deseas, yo te llevaré, hija…

-Gracias…

-Ahora llamaré a Narcisa, para que te arregle el maquillaje.

-Gracias…

-Y olvida a Pietro. Él no volverá a molestarte.


Ofelia asintió y Lucius salió de la habitación. Al rato entró Narcisa y se acercó a Ofelia. Sacó su varita mientras le limpiaba suavemente el rostro con toallas de papel. Luego comenzó a maquillarla con ayuda de los maquillajes mágicos y su varita. Cuando hubo terminado, Ofelia notó que había quedado aún más hermosa.


-Gracias Narcisa…

-Lucius me comentó lo que pasó. No te preocupes, Pietro Barucci no te molestará más. Y si lo deseas, podemos pedirle a Draco que hable con Potter para proteger a tu hermano y a tu madre.

-¿De verdad harían eso por mí?

-Claro que sí. Ya eres nuestra hija. Gina y Dante podrían vivir aquí mientras se buscan un lugar. Luego ya veremos, ahora debes sonreír. No todos los días te casas. Y mucho menos por amor.

-Narcisa…¿puedo preguntarle algo indiscreto?

-Adelante.

-¿Usted se casó con Lucius por amor?

-La verdad, no. Nuestro matrimonio fue arreglado. Pero créeme cuando te digo que terminé enamorándome de ese hombre frío y sin escrúpulos. Y, aunque para el mundo siga siendo igual, tú haz visto el gran cambio que ha tenido. Ettore y tú han influido mucho en eso. Y a ese nuevo hombre lo amo más.


Ofelia sonrió con las palabras de su suegra y Narcisa le acarició el rostro.


-Al final, somos una familia como cualquier otra, ¿no crees?

-Sí…

Y sin decir más, Narcisa se marchó. A los minutos entró Lucius, que le ofreció el brazo a Ofelia.

La boda fue hermosa. La mitad del mundo mágico estaba ahí. Amigos, socios y la prensa. Las personas más importantes veían como Draco Malfoy y Ofelia Barucci unían sus vidas. Nada importaba. Simplemente comenzaba un nuevo mundo y la nueva oportunidad de ser feliz.

domingo, 15 de marzo de 2009

Especto Patronum

Sí, lo he descubierto. El Patronus de Draco Malfoy es un hurón...si al final le agarró cariño al cochino animal xD. Y cuando Ofelia recuerde un momento feliz para defenderse de su padre, sé que será este capítulo...porque lo encontré hermoso ^^.

Bien, continúo fumando, cambié el café y el mate por té...he variado, ¿qué tal? También me llegó un mensaje de la Julia que me hizo sonreír...y alguien más, que canta muy bien, también me mandó un mensaje...que me hizo sonreír el doble. No creo que lean esto, pero gracias a estas dos personas se hizo este capítulo.

Se acerca el final!!!! Pero como me encariñé con los personajes...pues pretendo hacer la continuación...mas que mal, la duda me carcome...¿en qué casa de Hogwarts quedará el pequeño Ettore?

Saludos de manzana a todos!!!! (sí, manzana. La Sala de los Menesteres está pasada a manzana porque a Kamal se le ocurrió activar el desodorante ambiental xD)




Kamal

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Venti di pace

El calor de la chimenea la abrigaba mientras sonreía queda. Ginny acunaba al pequeño James en sus brazos y veía esa escena con completa armonía, sintiéndose parte de ello, con una verdadera familia. El fantasma de la crueldad de su padre se iba disipando, mientras observaba a Draco y a Harry jugar en el jardín de los Potter con escobas voladoras, enseñándole a volar a Ettore, que reía como si la vida se le fuera en eso.

El canto de Ginny la fue acunando también, haciéndole entrar en un sinfín de sueños, embriagantes, conciliadores, llenos de argenta y de caricias heladas, que erizaban sus cabellos y le electrizaban la nuca, mandándole al demonio los miedos.

Draco era de ella…

Y las cosas así se quedarían. Hasta que la ensoñación acabase. Hasta que la vida perfecta llegara a su fin.

No sabe cuando durmió. Solo sabe que se despertó con una suave brisa en el rostro, con aroma a menta y café. Abrió los ojos lentamente y dos tormentas de plata le bailaron enfrente y una sonrisa descuidada cruzó ese rostro.


-Te dormiste.

-Perdón…es que el canto de Ginny…

-Es gracioso. James aún está despierto, jugando con Ettore. Pero tú te dormiste.

-No molestes…


Y le golpeó suavemente mientras él reía con alegría. Y su risa eran partículas de agua salada, que se elevaban en el aire y caían abruptamente, chocando contra todo, como olas en una tormenta.

Cuando volvió a mirarla, se arrodilló frente a ella. Buscó algo en un bolsillo, mientras sus ojos grises estaban pegados en las esmeraldas interrogativas frente a él. Y de reojo vio a Harry y a Ginny mirar sonriendo, abrazados, como esperando algo que ellos ya sabían pero ella ignoraba.


-¿Te quieres casar conmigo?, o si prefieres…Vuoi sposarmi?


Y su mundo estalló. Y sintió que los ojos se le inundaban, se arrasaban mientras miles de pensamientos golpeaban rítmicamente su cabeza y su corazón galopaba estrepitoso entre sus costillas, golpeando sus pulmones, absorbiendo el aire que ya no existía. Y trató de hablar, pero las palabras se habían ido a huelga y se quedaron besándole los dientes, aferradas a su mutismo.

Menudo momento de una huelga lingüística.

¿Qué haces?, ¿Cómo contestar? No sabía, no podía entenderlo. El cerebro ya no reaccionaba, o más bien, era la garganta. Porque el cerebro gritaba que sí. ¡¡¡SI!!! Y le golpeaba en las sienes, y en los ojos hasta que no aguantó más y estalló.

Y solo pudo hacer una cosa. Llorar. Llorar y lanzarse a los brazos de ese adonis con piel albina que la miraba estupefacto, y besarlo. Y sentir sus labios helados, su saliva ardiendo, aglomerada. Y su lengua de fuego, mientras mares salados se mezclaban con el dulce líquido de sus bocas. Y abrazarlo, estrecharlo, fundirlo en su cuerpo para que fuesen sus latidos, sus besos, su piel quien le contestara, porque ella no podía. Porque sus palabras se fugaban, ahora adentrándose en la boca de él, viajando por su garganta, y diciéndole los mil “te amo” que quisiera gritarle hasta que él la callara con un beso.

Se separaron y él secó las lágrimas, con suave y frágil tacto. Con sus manos tibias y hielo al mismo tiempo. Con esa sonrisa que calmaba, que comprendía. Con esa mirada que todo lo sabía y que no necesitaba una respuesta.

Sacó por fin un anillo y se lo colocó en el dedo. Una hermosa esmeralda titilaba solitaria, abrazada por tentáculos de plata. Y sintió como su corazón latía. Como ese anillo latía. Y como Giovanni, desde la tumba, le gritaba su alegría a través del anillo que colgaba de su cuello.


-Te dije que la esmeralda se ve bien con la plata.

-Sí…

-Obvio, siempre tengo la razón…

-No, idiota. Que sí acepto casarme contigo.

-Creo que no entendiste todo. La pregunta era para que creyeras que tenías opción. Pero hace dos años te aclaré que eras mi mujer. Y así será hasta que la muerte nos venga a buscar.


Su gesto de superioridad, tan finamente adornado con esa mirada de soberbia le provocó una paz indescriptible. Él jamás dejaría de ser arrogante, pedante, casi insoportable…pero así lo amo. Y eso era lo que nadie le arrebataría.

Un grito le quitó de esa ensoñación. Había olvidado a todos. Vio a Harry lanzarse sobre Draco para felicitarlo. Sobre ellos cayó el pequeño Ettore, que reía afanosamente, mientras Draco lo sujetaba y elevaba por el aire y Harry reía. Verlos ahí, tirados en el suelo, como niños pequeños, le trajo nuevamente esa sana paz de saber que pertenecía a un lugar.


-Felicitaciones, Ofelia. Bienvenida definitivamente a la familia.


Mirar a Ginny Potter, sonriéndole de esa forma tan maternal, la sedujo. No pudo evitar menos que esbozar una sonrisa y tomarle la mano a Ginny.


-Gracias a ustedes…por perdonarlo…


Nada más había que decir. Era todo. Era un regalo. Era todo lo que podía pedir. Y el llanto del bebé de fondo le pareció una sinfonía agradable, acaramelada, cargada de vientos de paz.

sábado, 14 de marzo de 2009

Reparo

Bien, este capitulo es bonito...¿por qué? Porque me dio pena que Ofelia sufriera tanto xD. Ah! y este capítulo tiene la gracia que no fue escrito en PC originalmente. No, lo escribí en un cuaderno porque me dormí pensando en la idea y me desperté pensando en ella.

Hoy extrañé a dos personas...me guardaré sus nombres porque son dos hombres y quizás qué suciedades piensen...¬¬

En fin, aquí les va el capítulo...disfrútenlo!!



Kamal (que tiene un cigarro, 1/4 de café y con un sentimiento que extraña a dos personas...¬¬)

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Limone con miele

Y la esperanza desapareció, tal como había llegado. No podía ni debía juzgar. Las cosas eran así y punto. Debía aceptarlo y ya. No sirvió de mucho. El agua quemante que bajó por su garganta no disminuyó la inercia de su propia conciencia. Se sentía derrotada. Había botado a la reina en ese juego de ajedrez que ni siquiera notó que había empezado. Y allí estaba. Sin más consuelo que una cena burda, acongojada, sobrante.


-Astoria, nos alegra mucho que vengas.

-Gracias, señor Malfoy. Mi padre me dijo que…

-Disculpen.


Y he ahí su voz. El cruel castigo para su sentir. Pero no sonó como siempre. Un tinte cavernoso, oscuro, adornaba las tibias notas que la acompañaban en sus tétricas noches.


-Draco, ¿dónde crees que vas?

-Ya he terminado, padre. Me retiro a descansar.

-Supongo que no le harás ese desaire a Astoria. Ella vino a verte.

-Ya me vio. Se puede marchar en paz.


Los ruidos lejanos se le antojaron comunes. El correr abrupto de una silla, unos cubiertos que caen sorprendidos, gritando su momentánea inutilidad, el silencio impregnado de ira y ella ausente, ajena a todo lo que acontecía, ensimismada, embriagándose en el dulce tacto de esas pequeñas manos frías y perdida en esos ojos sanguinolentos, que se mostraban cautelosos y con un tinte de curiosidad, tan discorde a la tierna cara de un pequeño de tres años.


-¡Discúlpate!


El rugido la hizo sobresaltarse y vio el reproche en esos ojos magenta. Un Barucci no se asusta. Pero ella estaba aterrada, sin saber exactamente qué hacía ahí.


-¡Nunca sentarás cabeza!

-¡Que ya tengo novia, padre!

-¡Es la sangre sucia ésa, amiga de Potter!, ¡¿cierto?!


El escalofrío y la amargura que sintió al escuchar que ya era de otra la invadió desde los pies hasta terminar saltando por el puente de su nariz. Y los ojos magentas tenían un brillo especial.

Brillaban como los ojos de un asesino.

No tuvo tiempo de masticar el dolor. Ni siquiera lo estaba digiriendo. Alcanzó a lamerlo, saborearlo, sentir como evacuaba su bilis, yerma dentro de su boca, cuando escuchó la mención.

Ella.

¡Claro! Cómo no lo había pensado antes. El apelativo “sangre sucia” le inundó el cerebro, sintiendo el dulce sabor de la venganza y el despotismo del que su apellido hacía alarde. Negó con la cabeza. Es Hermione. Pero la bestia que bullía en su interior no quería entender razones.

Ya se rendía. Ya cerraba los ojos y su monstruo le devoraba el corazón, con mascadas que le herían y escocían, igual que esa vez, que supo todo perdido.


-No padre, no es Hermione.


Dulce. Su corazón se apaciguó cuando escuchó las dulces tonalidades, como cantos de sirenas, que la saturaron de placer, impidiendo que la bestia saliera o que recordara porqué la tormenta de sal amenazaba con arrancarle los ojos.

-Amor, ¿vamos?


Lo miró. Perdió la razón en esa seda de metal, que le acariciaba las pupilas mientras su mano tendida le ofrecía la gloria, dibujada por hebra de pelo rubio platinado, como una veela.

El tacto fue llameante. Un hormigueo la recorrió entera mientras sentía punzadas en la nuca, de ojos intrusos, de ojos sorprendidos. La risa de Ettore le llegó de golpe. Verlo en brazos de Draco le arrancó una sonrisa furtiva. Ese olor a menta, a dragón y a nieve la envolvió con sus matices de leche y chocolate, provenientes del pequeño cuerpo que ahora se afirmaba al cuello del Dragón, que respiraba tranquilo mientras acariciaba su mano, cómplice, inquietante, ausente, adolorido, como una serpiente herida.

Y los vio. El infierno magenta la observaba, mientras la sonrisa cruzaba su rostro. Había ganado. Podía oler la bruma acuosa que lo envolvía, la pegajosa ventosa que succionaba el aire.

Iluso.

Sonrió. Él pensaba que había ganado. Pero no era así. Y por primera vez deseó que él de verdad ganara, porque de esa forma el ángel de mirada plata, de cabellos casi albos, de piel marmórea, de aroma a dragón y menta, de ese hijo de la nieve, ese ángel la miraría como deshaciéndola, como si ella fuese mantequilla al sol.

Por Merlín. Ya ni parecían los pensamientos de una Barucci.

La puerta se cerró y Ettore fue tras Woody, llenando el aire de notas cristalinas, gotas de agua suspendidas. Y el choque de un aire ardiendo en su cuello la hizo voltear, solo para encontrarse con las cadenas grises y sentirse aprisionada en sus brazos, embriagándose en su olor y en el respirar ronco, crujido, bestial y caliente que salía de esos pálidos labios.


-No debiste decir eso. Para la próxima vez que me uses de espanta mujeres, avisa.

-Io non utilizzati (Yo no te usé)

-Cosa? (¿Qué dices?)

-Non ho (No lo hice)

-E allora? (¿Entonces?)

-Si è mia donna. Sei la mia ragazza e lei sarà mia moglie. La madre dei miei figli e per me che sono costretti a sopportare il resto della sua vita. (Tú eres mi mujer. Eres mi novia y serás mi esposa. La madre de mis hijos y quien me tendrá que aguantar el resto de su vida)


Hielo. Hielo abrazante, que surgía en pequeñas fogatas sobre su piel. Y el cerebro comenzó a bailar una danza muy exótica. Y el corazón rugía, clamaba, se azotaba contra las costillas, golpeándose, sangrando, produciendo un dolor que a la vez anestesiaba.

Por favor, di algo inteligente.


-¿Y Ettore?


Sí, muy inteligente. Bonito momento en que al cerebro se le ocurrió bailar la conga.

Rió. Fresca, completa, matutinamente. Era su risa una lluvia tibia, olorosa, paciente. Era con brisa otoñal, con olor y textura a vino. Era húmeda, como su mirada. Era una mañana en Toscana.


-Vivirá con nosotros, claro está. Lo criaremos como a un hijo y será el hermano mayor de los nuestros.

-¿Nuestros?

-¡Sí!, quiero dos hijos, o tres. No deseo que estén solos como lo estuve yo. Y viviremos aquí en Gran Bretaña. Lo más lejos de tu padre (frunció el ceño, dándole un aire infantil y caprichoso). Ettore irá a Hogwarts, al igual que nuestros hijos. No importará en qué casa quede, pero me gustaría que el mayor de los nuestros quedara en Slytherin. Ya sabes, la tradición familiar. Y nuestra casa tendrá…

-Draco…


Escuchó. Sé que escuchó. Pero bajó la mirada, como un niño que ha sido reprendido.


-Perdón…es que estoy nervioso. Tal vez si me pongo a hablar como Harry, sin callarme nunca, se te olvide rechazarme.

-Mai detto di no. (Nunca dije que no)


Levantó la mirada y sus ojos brillaron, como dos brasas incandescentes. La sonrisa se fue ensanchando, cubriéndole el rostro con un aire bisiesto, inquietante.


-Allora…Vuoi essere la mia ragazza? (Entonces…¿quieres ser mi novia?)

-Sì. E tua moglie. E la madre dei tuoi figli. E chi terrà per tutta la vita. Per una condizione. (Sí. Y tu esposa. Y la madre de tus hijos. Y quien te aguante toda la vida. A cambio de una condición.)

-Cosa? (¿Cuál?)

-Que también me aguantes toda la vida, aunque sea fea, arrugada y mañosa.

-Ya eres mañosa. Y no obstante estuvieses invadida de arrugas, jamás serías fea…pero acepto.


Un beso. Un aliento ardiente que le penetró en las entrañas. Los labios helados bailaban vaporoso y su lengua, cual serpiente de fuego, le recorría cada centímetro de la boca. Sentir sus manos presionando sus caderas, aprisionándola, embriagándola en esa niebla menta. Como le sorbía el alma y lo disponía en su propio paladar para devorarlo luego, mientras continuaba pegándola a su cuerpo, fundiéndose como esa noche, sintiendo la tibieza de sus pieles, mezclando sus aromas. El temblor de sus piernas la hicieron dudar, temiendo una caída. Y él leyó sus ojos, cual arenas de esmeraldas pulverizadas, pues la apretó más contra sí, la abrigó, sujetó y observó. La tormenta de plata, esas nubes grises que golpeaban en su piel la olvidaban, la idiotizaban y sentía una humedad que le recorría entera, terminando en la parte donde sus más secretos pudores encontraban cabida.

Cerró los ojos. Comenzaba a perder la cordura y la pasión se apoderaba de ella, mientras apoyaba sus manos en ese pecho, que subía y bajaba agitado, mientras mordía sus labios, su cuello, volvía a los labios. Presionó la seda de la camisa azul, casi arrancándola con sus uñas, cuando una lejana risa la hizo volver a la realidad y separarse de él abruptamente.


-¿Qué sucede?

-Ettore.


Carmín se volvieron esas pálidas mejillas, mientras el argento se dirigía a una cama, donde un pequeño hablaba con el bowtruckle. Su voz, brava, le siseo en los oídos, haciendo que se le erizaran los vellos.


-Lo había olvidado…suerte que te tengo a ti.


Sin más, besó su nariz, que ella arrugó al sonreír por sentir los húmedos labios haciendo cosquillas.


-Pero esta noche no te salvas…con la luna serás mía. Y después, que nadie ose mirarte.


Lo abrazó. Nada más podía hacer. Y él la elevó en los aires, llevándola a la cama donde Ettore y Woody saltaban felices, mientras sentía que su corazón no le cabía en el pecho, que ni siquiera podía caber en este mundo.

Y decidió dejar de huir.