martes, 17 de marzo de 2009

Finite Incantatem

Y llegó el fin!!!! Originalmente éste capítulo es el final. Pero queda uno más, que es una especie de epílogo de toda esta historia y el prólogo de la siguiente ^^

Espero lo disfruten...me llena de paz esta historia...pero quedan cosas pendientes, así que se verán en la continuación (como la muerte del maldito Pietro!!!! aggg...!!! que personaje más insoportable he creado!!!! ¬¬)

En fin, nos vemos...en un rato, porque publiaré el epílogo apenas lo termine de escribir. Ah! y avisar de inmediato que la próxima historia no será vista desde los pensamientos de diferentes personajes como esta...porque son muchos y terminaría muy enredada xD Así que la contará un Dios (o sea yo xD) y ahí veremos que pasa ^^

Mención a Ron (sí, un Weasley...pero, ¿qué quieren? No todos son malos...además, descubrí que en la familia de la Comu, tengo de bisabuelo a Harry Potter y Ginny Weasley...así que qué se le va a hacer...pero la sangre Black pesa más xD) ejem...digo, mención a Ron que me ayudó con el título de este capítulo...así que cualquier cosa, le reclaman a él, yo me lavo las manos xD

Saludos!!!!


Kamal (que frunce el ceño porque tiene que ir a comprar cigarros y le da flojera...¬¬)

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Earned peacefulness

Nada faltaba. Todo estaba en perfecto orden. Ofelia peinaba los castaños cabellos de la niña de ojos grises, piel tostada y dulce mirar, igual a su madre. Scorpius jugaba con Woody, mientras Ettore los observaba emocionado, esperando impaciente su cumpleaños, para empezar a ir a Hogwarts. Dante, aquel lunático vendaval de ojos infernales y cabellos chocolate, estaba quieto, leyendo ensimismado en un rincón del cuarto. Ya se le habían acabado las travesuras, las bromas, las locuras que llenaron su estancia en Hogwarts. Ahora le veía con el ceño fruncido y concentrado, leyendo, escribiendo, preparándose para seguir los pasos de su hermana que, aunque no lo admitiera, era su ejemplo.

Lo había escuchado. Decírselo bajo a Woody, el guardián de los secretos de esa familia. La admiraba, amaba todo de ella.

Se levantó. La lechuza en la ventana golpeaba con ahínco el vidrio. Tomó el pergamino y la albina ave se fue a reposar sobre la chimenea, vigilante, escudriñando todos los rincones.


-¿De quién es, cariño?


La voz de ella le susurró secretos que sólo ellos conocían. La calma de su vida había llegado y cada vez que la oía, recordaba sus frases en italiano, su testarudez, su silueta juvenil, su “mate” de aquel “jaque” que le encantó perder. La derrota no supo amarga. Era con sabor húmedo. Con olores de vino y limón. Con soles infinitos y amaneceres en el campo.


-Es de Spetralle. Nos informan que Ettore tiene un cupo en la escuela y preguntan si lo vamos a usar.

-¿Quieres ir ahí, Ettore?


El pequeño levantó la vista y fulminó con dulzura de sus ojos sangre a las esmeraldas interrogativas que le enfrentaban. Y notó el brillo de superioridad heredado de Lucius. Y sintió las vibras del orgullo Malfoy que expelía el pequeño.


-No, madre. Quiero ir a Hogwarts, tal como fueron el tío Dante, mi padre y el abuelo Lucius.

-Muy bien cielo. Enviaré la carta para rechazar la plaza reservada.


Y se levantó, con la dignidad de una reina. Y la pequeña Dea corrió donde su padre, para aferrarse a sus piernas, buscando ese tesoro que le juró mostrar cuando fuese grande, cuando tuviese edad para mover con gracia la varita y conjurar un sinfín de banalidades.

Tomó el pergamino y besó fugazmente su boca, dejándole un temblor de esencias pragmáticas. Un perfume de aquello desconocido que había descubierto lo que era cuando aún su pequeña se refugiaba en el vientre de su madre. Ese aroma a los campos de Toscana, bañados en el rocío del amanecer.

La vio desaparecer bajo la atenta mirada de Ettore, que sonreía sin par, para luego volver a concentrarse en el juego de Scorpius y Woody. Y alzó en sus brazos a la pequeña de piel bronce, como su madre, y sus ojos grises chocaron como olas en un roquerío, bajo la tempestad.


-Todos tus hermanos estarán en Hogwarts, ¿no te alegra, mi preciosa Dea?


Por toda respuesta, la risa infantil lo llenó de vértigo. Y sus movimientos labiales le recordaron a Narcisa, cuando sonreía bajo el gran sauce de la mansión Malfoy, cuando Lucius la acunaba en sus brazos, protegidos de las miradas de curiosos. Cuando supo que una niña haría compañía en su vida y que la princesa Malfoy tendría los ojos del clan. Y sonrió.

Gina superará que sus ojos no se hayan heredado…

Claro que lo superaría. Esos pequeños llenaban el aire con su presencia. Y mientras abrazaba a Dea y volvía a sentarse en el sofá que antes ocupaba, los recuerdos se le agolparon y llegaron volando, como hipogrifos desbocados.


-Non rovinato. Allora il mio nipote sarà più insopportabile di quanto. (No la malcríes. Después mi sobrina será más insoportable que tú).


Miró a una esquina. Y ahí estaba el dueño de esa voz cavernosa, oscura, grave y con tinte de crueldad. Pero la sonrisa traviesa, oculta bajo libros y pergaminos, le relajó. No era como Pietro. Era simplemente la fracción de segundo en que Merlín decidió hacer las cosas bien.

Salazar debió golpearlo hasta el cansancio para arreglar las cosas…

Y la imagen del flamante fundador de la casa de las serpientes golpeando con su varita al poderoso Merlín lo hizo sonreír sin culpa. Más que mal, estaba tranquilo.

Se lo había ganado…

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