martes, 10 de marzo de 2009

Expelliarmus

sí, ya sé que ya subí uno...pero era ese el primer miershot que he hecho en mi vida...y solo lo usé de bienvenida xD Ahora se viene una historia en la que estoy trabajando. No es la gran cosa, pero la gracia está en que estoy experimentando una nueva modalidad de escritura y pos...ya, que vean ustedes.

Aquí les va el primér capítulo!!!!! ^^


Kamal

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Le prime impressioni sono sempre buone

El silencio la inunda de manera ausente. No cree que sea capaz de hacer aquellas cosas, por las cuales casi la han arrastrado. Tener influencias es tener la vida hecha un asco, es ser una marioneta para mejores planes, es ser el peón en un tablero de ajedrez. Ser ella es ser el peón que está cerca del caballo, a un movimiento de ser aniquilado.

Baja los escalones con desgano. Aún viste el pijama y sobre él, la bata. No quiere levantarse, no quiere tomar esa asquerosa responsabilidad que la tiene en un país que no conoce, con gente que en su vida había visto y hablando un idioma que detesta. Lo advirtió. No hablaría con ellos, no en su idioma por lo menos. Y con esa sonrisa de triunfo, de quien sabe que ha ganado de antemano la partida, llega al comedor.

Solo estaba él. Un perfecto desconocido que bebía café mientras su mirada se hallaba perdida en el periódico. Lo observa en silencio, sabiendo que tiene que ser algo de aquella familia porque el cabello rubio platinado se le balancea levemente, acariciando sus hombros.

Levanta la vista y ve dos lagunas de plata que se posan en sus ojos. Se siente algo intimidada, pero no lo demuestra. No hasta saber quién es.


-Tú debes ser Ofelia Barucci. Draco Malfoy, un gusto.

-Io non parlo inglese. (no hablo inglés)

-¿No lo hablas o no lo quieres hablar?

-Non mi piace. (no me gusta)

-Pues me agrada que alguien en esta casa haga lo que se le plazca.


La sonrisa fugaz que cruzó su rostro la hizo estremecerse, mas no dio señales de sentirlo. Simplemente se sentó a disfrutar de su desayuno, mirando de vez en cuando al heredero de los Malfoy, la razón por la cuál ella estaba ahí y no quería estarlo.

El sol entraba por la ventana en una danza exuberante, que encontraba fin en la marmórea piel de su anfitrión. Sus labios se entreabrían mientras continuaba leyendo “El Profeta” y ella se perdía en ese mar platino que caía por su rostro, dibujándole pequeñas formas difusas, hipnotizantes, acaloradas. Quería escapar de ahí, pero la táctica del idioma le había fallado, llevándola a una especie de derrota que hace cinco minutos era una victoria segura.

No alcanzó a devorar completa ni siquiera la primera tostada cuando entró un recto y elegante Lucius Malfoy. El hombre miró a su hijo, la miró a ella y sonrió.


-Veo que ya conociste a Ofelia.

-Así es…

-Ella no habla inglés, apenas puede entenderlo. Espero que, siendo tú el que maneja perfectamente el italiano, le seas de guía y la ayudes a ambientarse.


Maldición, lo que le faltaba. Tener al niño rico de guía turístico. Pero no iba a ceder, no dejaría que esa partida la ganaran sus padres y los Malfoy. No señor. Ella ya había echo suficiente y no se le iría todo por la borda por un estúpido afán egocentrista de la mantención de los sangre puras. Ella era más, valía más que unas estúpidas tradiciones y un estúpido acuerdo y un estúpido niño mimado que miraba a su padre con aire fastidiado.


-Si me querías arruinar el día, lo haz hecho, padre…

-Siempre te dije que no te juntaras con ese Potter…ellos te lavaron el cerebro después de esa batalla y llegas a olvidar que…

-Quédate tranquilo, llevaré a la chica italiana a pasear.


Y la miró fijamente, profundo. Sus lagos de plata líquida le bailaron en los ojos porque él sabía que ella entendía y no había dicho nada. La tendría a su merced y ella no quería pasar un segundo con un petulante heredero de una dinastía invaluable, aunque ella fuese una heredera de una dinastía invaluable.

Lucius sonrió y se marchó del comedor. Ella se levantó, evitando un segundo más con aquel joven y pronto escuchó su voz. No dio ni dos pasos cuando esa voz etérea le llegó bailando a los oídos y penetró en su cuerpo de forma acuosa, casi como sus ojos.


-Andare in giro per il centro di Londres. I juntaré con alcuni amici, e che ci ha accompagnato. (Iremos a pasear al centro de Londres. Me juntaré con unos amigos, así que nos acompañarás)

-Che cosa succede se non voglio andare? (¿Y si no quiero ir?)

-Non sto chiedendo. (No te estoy preguntando)

Iba a contestar. Se juró que lo iba a hacer pero su interlocutor se levantó de forma lenta, sinuosa, como la serpiente que siempre estuvo orgulloso de portar en su túnica de la escuela, tal vez olvidada en algún cajón, algún armario o simplemente botada por ahí. Se plantó frente a ella y le sonrió de forma triunfante, con la misma sonrisa que ella poseía mientras bajaba la escalera, mientras pensaba que su plan era más que perfecto. Maldita la hora que a los Malfoy se les ocurrió que su heredero debería saber italiano. Maldita la hora que a sus propios padres se les ocurrió que debería aprender inglés. Malditas, mil veces malditas las Islas del Caribe donde los Barucci y los Malfoy se conocieron y decidieron que sus hijos deberían unirse para hacer crecer aún más sus famas. Malfoy limpiaría su nombre. Barucci agrandaría las arcas y se haría aún más famosa en las tierras del té. Mientras ella y su novio don nadie se podrían ir donde mejor les pareciere.

Draco Malfoy, altivo, orgulloso, pedante, narcisista, arribista, petulante, baboso y asquerosamente guapo se marchó con paso sileno, ahogado, transmitiendo su triunfo a cada centímetro de aquella casa, de aquellas paredes frías, de esa alfombra aterciopelada, de esa niebla viscosa que ahora le estrangulaba los ojos y que amenazaba con hacer estallar una tempestad en aquellos ojos esmeraldas, que su padre tanto alababa.

Corrió a su habitación. Ni siquiera un Malfoy era tan grandioso para ver llorar a una Barucci.

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