martes, 17 de marzo de 2009

Relashio

Me costó. No sé porqué pero me costó escribirlo. Me demoré su resto y no quedó tan bueno...pero me perdonarán porque se acerca el final ^^.

Ya, entonces lo dejo, disfrútenlo de igual forma y...he de avisarles que aquí mismo subiré la continuación de esta historia ^^.

Besos a todos!!!!!



Kamal (que se despertó a las 2 pm y se pegó en la cabeza con la ventana al levantarse de sopetón xD)

////////////////////////////////////////////////

Cry of joy

Viento. Muchísimo viento corría cuando dejó de escuchar la estridente voz de Harry, que le gritó que había nacido su segundo hijo. Y el eco se quedó rebotando por las paredes luego del “crack” que hizo al desaparecer. Ver su sonrisa, iluminada con lágrimas, como si fuese la primera vez que era padre. Y sintió un poquito de envidia. De esa sana. De la que fluía como un hilillo de nieve derretida por el pecho. Porque él no quería esperar más. No lo haría. De verdad no debería siquiera hacerlo.

A veces lo llamaba, en susurros. Pegaba sus labios a esa montaña majestuosa y le cantaba, le murmuraba historias antiguas, para que se apurara, para que no le hiciera esperar más. Pero se mantenía quieto, con la cabeza pegada al otro lado de la montaña, él lo sabía. Y lo podía ver cerrando sus ojos y abrigándose en el vientre de su madre. ¡Hasta podía ver como chupaba su dedo! Sonrió. Su mente volaba rápido cuando imaginaba a ese niño o niña. Porque Ofelia no quería saberlo, porque por más que le rogaron, se negó a saberlo.

Testaruda…

Se desgarró el aire con aquel profundo gemido. Le entró una punzada de angustia al oír como aquel sollozo liquidado, sin previo aviso, barría con el eco que antes habían sido carcajadas y gritos.

Subió las escaleras, o más bien, voló sobre ellas, como alado Hermes, para ver el origen de aquel clamor. Y la vio. En la cama. Sujetando aquella montaña de bronce bruñida, llena de sudor seco y sus ojos pidiendo ayuda, salvación, reflejando tornados de sufrimiento.


-¡Ofelia!

-Draco…viene…


Nada más decir. Correr, llamar a Dante, ir a buscar a Ettore…luego se vería dónde dejarlo. La prioridad era esa barriga que pateaba y el rostro de Ofelia. Sufría. Sé que sufre. Pero esa sonrisa, casi contagiosa, embargaba cualquier lamentación.

Íbamos a ser padres…

La blanca sala era asfixiante. La mano presionaba la mía, como si la vida se le fuera en ello. Dos personas, tres, qué más daban. Eran simples espectadores, almas inconsecuentes que presenciaban el milagro ahogado que presionaba su pecho.

Un llanto. Potente. Estremecedor. Salió de todas partes y de ningún lado al mismo tiempo. Y antes de percatarse estaba ahí, sobre los pechos de su madre, moviendo la cabeza, buscando algo con sus ojos ciegos. Y reconocer el aroma que lo llenó desde meses, y aferrarse a aquel dedo que se le ofrecía presuntuoso.


-¿Cómo se llamará, Draco?

-Scorpius

-Scorpius Draco, me gusta…


Y ese pequeño bulto cobró vida. Alzó los ojos grises hacia él e hizo una mueca, parecida a una sonrisa. Lo había reconocido. Había escuchado todas esas historias. Estaba despierto cuando le hablaba. Y era su sentir el que había traspasado las barreras de toda lógica y esos ojos grises buscaban su símil e investigaba las suculentas formas que se presentaban a su alrededor.

Comprendí…

Ya nada era igual. Ya podía ser austero. Ya podía llorar. Y lo hizo. Y las lágrimas le abarcaron el contorno de la cara y sintió la pesadez de su esencia. Y se mareó. Y se acercó a colocar sus labios en esa piel tibia, con aroma a dragón, a nieve y a limón, que le refrescaba con su seca fisonomía desacorde. Y no deseó más, pues sintió también la calidez de esa mano de bronce posarse en su rostro, acariciándolo y jugando a crear campos en sus mejillas, enjugando sus lágrimas con risas silenciosas, con amaneceres libres que se apropiaban de esos mares esmeraldas, de esas arenas de piedras preciosas.


-Somos una familia…

-Siempre lo hemos sido…

-Tómalo…te está buscando.


Obedeció. No pensó mucho. Hace tiempo su cerebro lo abandonaba con asuntos de su familia.

No me meto donde no me llaman, Draco. Un cerebro es inteligente y sabe cuando hacerse a un lado.

Era verdad. Ahora solo reaccionaba el corazón. Esa manada de centauros que lanzaban flechas al aire y que caían en sus costillas mientras contemplaba a esa criatura de albina piel, albinos cabellos y albinos ojos grises. Y descubrió que la vida era inmensa y demasiado frágil. Especialmente cuando esos pequeños ojos quietos se humedecieron, mostrando una sombra oscura al fondo del iris.


-Va a llorar…

-Claro que sí, tendrá hambre.


Lo dejó en brazos de esa hija del sol y miró a sus dos maravillas. Luego las volvería a ver. Ahora tenía que anunciarle al mundo su felicidad, esa batalla campal que se avecinaba.

Salió a la sala de espera, donde los vio. El joven Dante, como un niño malcriado, se paseaba de un lado a otro, desesperando la vista de Lucius, que se hallaba de pie en una esquina. Narcisa y Gina estaban sentadas una a cada lado del niño de ojos sangre, como hermosas guardianas del pequeño Ettore, que llevaba en sus brazos a Woody. El bowtruckle le acariciaba la albina piel de vez en cuando, calmando al pequeño cuyo rostro de susto parecía no encajar en aquella escena.


-Fue niño…ambos están bien…se llama Scorpius Draco…


Lucius se acercó a abrazar a su hijo. Y ahí, perdido entre sus brazos, sintiendo el orgullo en el aire que exhalaba ese hombre de frío proceder, con los cánticos de Dante, Ettore y Woody y las palabras de alegría de Narcisa y Gina, sonrió.

Todo era perfecto.

1 comentario:

  1. *O* que liiindoooo! :D me gusto n_n ñañañá eso, ando poco aporte xD

    ResponderEliminar