martes, 10 de marzo de 2009

Enervate

wow!! Nuevo blog, nuevas historias, nuevas personas...ehh...nah! es lo mismo xD solo que aquí me dedicaré a publicar solamente mis escritos ^^ como los tengo ahí, botados, casi sin sentidos...y, como se habrán dado cuenta, aquí solo existiran fics de HARRY POTTER y CÍA, nada más...así que no esperen que publique algo de "Dame un Infierno", que para eso está el Facebook (hasta que e encontré uso a las cochinas notas xD). Aunque podría dar un adelanto por acá...si, me parece...

En fín, bienvenidos a la Sala de los Menesteres, gocen su estadía y...¡por Salazar! que si no comentan criticándome, los crucios lloverán xD

La primera historia es un one que hice (mátenme!!! es el primer one shot de mi vida!!! y es un asco xD) y era solo para probar nuevas formas de escrituras ^^ A ver si les agrada (no, no me sirve que me critiquen por msn...¬¬)

Kamal

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Una razón

[…] Entonces, se levantó alguien de la mesa de Slytherin y Harry reconoció a Pansy Parkinson, que alzó una temblorosa mano y gritó:

-¡Pero si está ahí! ¡Potter está ahí! ¡Que alguien lo atrape! […]

-Gracias, señorita Parkinson- dijo la profesora McGonagall con voz entrecortada-. Usted será la primera en salir con el señor Filch. Y los restantes de su casa pueden seguirla […]

Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, capítulo 31, páginas 514-515


No quería salir del salón, pero sentía ardientes miradas clavadas en mí. Una ausencia. Y mucho miedo. Era la sensación más oscura que podía ahogarme, y estaba a punto de gritar que yo no, que no me iría, que no era igual…cuando sentí esa mano fría tomando la mía. Voltee un poco y él sonrió.


-Nos quedaremos…solo que no aquí…


Su susurro siniestro me tranquilizó. Salimos del Gran Salón con todos los de la casa, sólo para tener que quedarnos en el vestíbulo al salir. Nos apoyamos en la pared mientras veíamos salir a más alumnos de otras casas. Él jugaba con los dedos de mis manos mientras su mirada violácea se perdía en algún punto de la penumbra. El cabello negro le caía como seda por el rostro, por los hombros, rozando la parte baja de su cuello. Las llamas de las antorchas a nuestros lados le concebían a su piel un tono extraño, místico.

Vimos a Potter pasar corriendo, mezclándose entre los alumnos, buscando algo. Él sonrió y tomó fuertemente mi mano.


-Ahora podemos entrar…


La insignia de prefecto le brillaba en la solapa de la capa de viaje. Extrañamente, él estaba completamente vestido, como si supiese que eso iba a acabar pasando. Entramos al Gran Comedor y McGonagall fijó sus ojos astutos y severos en nosotros.


-¿Qué hacen dos Slytherin aquí?


La voz de uno de los gemelos Weasley se escuchó casi como una daga que cruzó silbando el aire, pero no hubo intimidación en ese rostro frío, pálido, con mirada violenta, casi color sangre.


-Nos quedaremos.


Al parecer la presencia de él imponía tanto, que nadie me había notado a mí. Al escucharlo hablar en plural, todos me miraron, extrañados. Fijos, como si mi presencia disgustase más que la de él. Algunos susurraban cosas, otros presionaban sus varitas, dispuestos a desarmarnos y dejarnos en algún lado amarrados. Fue McGonagall la que rompió ese sepulcral silencio.


-Señor Luthier, señorita Leprant…supongo que se quedarán para combatir al Innombrable.

-Protegeremos el castillo de Voldemort. Y a sus ocupantes también, si eso quiere saber.


McGonagall miró fijamente a Gabriel. Él sonrió de lado, mostrando un aire atrayente, sensual, más encantador. La voz de alguien más volvió a cortar el aire.


-Ella debe marcharse…


Gabriel miró a un lado. De pronto noté lo que temía. Habían hecho un círculo y nos tenían rodeados. Poco a poco se fueron cerrando, atrapándonos. Tomé la mano de Gabriel, pero él solo sonrió. Su voz, siniestra sometida a un susurro, me llegó arrastrándose a mis oídos.


-Tranquila…no harán nada…


Alguien tomó mi brazo. Todo fue rápido. Un rayo rojo, un desplome, Gabriel me abrazó contra su pecho, un grito de McGonagall y luego silencio. Abrí los ojos lentamente y miré la situación. Teníamos unas diez varitas apuntándonos, un alumno de Hufflepuff estaba desmayado en el suelo y McGonagall frente a nosotros.


-¡¿Qué creen que hacen?!

-¡Atacó a Robert!


La profesora volteó y miró a Gabriel. Sus ojos destilaban la más perfecta ira docente.


-Señor Luthier…¿me podría explicar porqué atacó al señor Robert?

-Nadie toca a Ameliê…creí que ya habíamos hablado de ello, profesora…


McGonagall asintió y miró a los otros.


-Bajen sus varitas. Si ellos quieren quedarse a ayudar, no nos negaremos.

-¡Son Slytherin!

-Ya es hora que la casa de las serpientes se dé cuenta de dónde están sus lealtades. Y me alegro profundamente que hayan dos personas que tengan claro en quién tienen que confiar.


Algunos no querían bajar la varita. El aire era una pesada capa de hierro, imposible de penetrar de alguna forma. La tensión desgarraba la vista así que todos dimos un salto de sorpresa al ver a uno de los gemelos Weasley acercarse y tenderle una mano a Gabriel.


-Bienvenido. Soy George Weasley.

-Gabriel Luthier.


Y se dieron la mano. Sonreí. Todo había salido bien. Saqué la varita y apunté al chico en el suelo


-Enervate.


El chico reaccionó y miró a todos sorprendido. Luego George Weasley se me acercó


-Me alegra que no todas las serpientes sean venenosas.

-Yo también me alegro de ello. Ameliê Leprant.

-Un gusto.


Y sin decir más, se fue, llevándose consigo a todos los que nos amenazan. Miré a Gabriel y sonreí.


-Resultó…

-Te dije…ahora debemos luchar contra Voldemort y sobrevivir en esta batalla.

-Lo haremos.


Gabriel se quedó en silencio, mirándome. Se colocó frente a mí y posó su mano en mi mejilla. Esa mano fría, ese trozo de hielo que componía todo su ser. Mi amigo era el verdadero príncipe de Slytherin. No ese tonto de Draco Malfoy. Ese cobarde sin sentido, ese arrabalero de cuarta categoría. Salazar buscaba otro tipo de alumnos. Un tipo como Gabriel. Con una mirada intensa, una presencia que se imponía, un temple y una arrogancia del porte de un gigante o mucho más. Su voz, siempre siniestra, siempre oscura, cavernosa. Grave, ronca, arrastrada por el aire para posarse en los oídos de quienes sí sabemos escuchar. Esa piel acero, blanca, un verdadero marfil cubierto con sedosos cabellos azabaches, emulando bosques infinitos de ébanos. Sentir su frío contacto es saber que se está viva. Que hay motivos, que hay razones. Sus labios se entreabrieron, dispuestos a decir algo. Más nada dijeron. La lengua los humedeció durante un microsegundo y esos labios delgados, un poco carnosos, brillaron por la saliva que se depositó en ellos


-Tienes que vivir.


Así es Gabriel. Una se concentra en él, en sus ojos, en sus labios, comienza a perderse en el eterno aura que lo rodea, esa mezcla entre violencia y suavidad, misterio y conocimiento. Una no espera que hable, simplemente se deshace en aquel contacto de lluvia, en esa piel que tiene las marcas de Los Alpes Montañosos. Y esa voz susurrante, cavernosa, esa voz primigenia te llega desde lo más profundo de algún lugar que no sabes si existe o no, se posa en tus oídos y te llena por completo, tomándote por sorpresa.

Trato de aguantar. De no llorar. De evitar lanzarme a sus brazos y apretarlo contra mí como nunca lo he hecho frente a nadie. Algunos de los que nos rodean nos miran. No sé cuanto tiempo pasa, ha pasado o está pasando. Solo me fijo en esos ojos violetas, que poco a poco han adquirido un tono rojizo. Un matiz emulando sangre.


-Sabes que no es fácil derrotarme, no te comportes como mi hermano mayor.


Una sonrisa que intenta ser relajada. Muevo la mano, despreocupada, dándole a entender que no tiene que fijarse en esos detalles. Que él no es mi hermano mayor. Que agradezco a Merlín que no sea mi hermano mayor.

Pero siete años no han pasado en vano. Y él sí me ve como esa hermana pequeña que tuvieron que sacar de Hogwarts porque se negaron a apoyar a Voldemort. Él si me cuida como ese hermano mío que está en la Orden. Porque sabemos que es muy difícil ser Slytherin con hermanos en Gryffindor, así que nos encontramos para sentir esa misma igualdad. Y él se vuelve a acercar. Sus pasos son silenciosos. Nunca se siente cuando viene, excepto por el movimiento de su capa. Y llega a mi lado, con su presencia etérea, fantasmal. Y vuelve a tomar mi rostro, pero ahora son sus dos manos, antes erráticas, las que enmarcan mi cara. Y el frío de esa piel, el hielo de esas yemas de los dedos me hace temblar…¿o es el hecho que me mira fijamente, mientras se agacha para quedar frente a mí?

Y por primera vez, en los siete años que llevamos de amigos, compartiendo, protegiéndome, burlándonos ambos del idiota de Draco Malfoy, siento su aliento tan cerca. Y noto que huele a chocolate. A su eterno chocolate que devora descaradamente en clases o en los mismos exámenes finales. Y es tibio. Más que tibio. Es ardiente. Quemante, extrañamente quemante para alguien cuya piel podría congelar un vaso en un desierto.

El cabello le cae suavemente por el rostro y las puntas rozan mi mentón. No lo comprendo. Gabriel está demasiado cerca, como siempre lo soñé. Pero estamos en medio del Gran Salón, con Gryffindor, Ravenclaw y Hufflepuff merodeando por todos lados y los profesores preparándose para la venida de…de…¿Voldemort?...qué más da. Gabriel aprovechó la confusión de mi mente y posó sus labios en los míos. Un beso extraño, apasionado. Sus labios son hielos, verdaderos témpanos que congelan los míos. Pero su lengua es una serpiente de fuego que repta por mi boca, incendiándola, quemándola. Un abrazo con mi lengua y siento la fogosidad de los diecisiete años de mi mejor amigo. Una de sus manos ya no está en mi rostro. Presiona mi nuca, acercándome más a él. Devorándome con sus labios, con su cuerpo, con sus brazos. Siento el palpitante pecho de Gabriel saltar sobre mis pechos y su respiración botando bocanadas de aire punzante, caliente, lleno de pasión.

Tan Gabriel como él, su beso terminó casi abruptamente, pero de forma perfectamente planificada. Me dejó con una sensación de agotamiento pero de ganas de más. Miré a mi amigo. Gabriel estaba igual, como siempre. Solo movió la mano de mi rostro para tirarse el cabello hacia atrás, en un gesto completamente despreocupado. Su mano en mi nuca me congelaba la piel, haciendo que un extraño estremecimiento recorriera mi espalda.


-Ahora entenderás porqué tienes que vivir.


Y sin decir más, besó suavemente mis labios y se alejó. Se detuvo frente a McGonagall y luego volteo a verme.


-Nos vamos a los jardines.


Ahorrándose cualquier explicación más, tomó mi mano y fuimos caminando en silencio. Una sonrisa cruzó mi cara, casi imperceptiblemente. Ven aquí, Voldemort. Me acaban de dar el mejor motivo para vivir. Gabriel Luthier es una fogata incandescente encerrada en una cueva de hielo.

2 comentarios:

  1. tal como dije x msn cuando lo lei, me gusta...

    aunk no puedo no ver a gabriel de "dame un infierno" como el gabriel de hp... me es imposible separarlos XD

    te voy a agregar a mi blog pa seguirte

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  2. ya te dije por msn cuando me lo mandaste, me gustó! sobre todo Gabriel :P

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