martes, 10 de marzo de 2009

Desmaius

Sí, otra vez yo. Mi madre me llamó por teléfono para que viera un programa en la televisión. Y le hice caso (para variar un poco...¬¬) y...MI GRITO SE DEBE HABER ESCUCHADO HASTA EN LA CHINA!!!

No era un programa agradable, vaya que no. Hablaba de chicos que basureaban a sus amdres y madres que no sabían que hacer con sus chicos. No pude seguir viendo. Entre la exasperación de esos críos que daban ganas de mandarlos a azotar y pensar que mi madre me veía a mí de esa forma, no me aguanté y la llamé. Le pregunté si acaso me veía a mí así y me dijo "a veces"...¡A VECES! El día que yo sea así, que venga Merlín y em haga Gryffindor!!!! ahhh!!!!

Lo bueno es que mi madre se rió. Al menos ya entiende esas frases de "primero Gryffindor", "por Merlín", "hipogrifos parlantes". Así que el tema se zanjó en que era mi hermano quién tenía que ver eso y, citándola a ella, "a quien le caiga el guante, que se lo chante" xD (yo hubiese dicho "si la varita es tuya, tómala" pero en fin...)

Ahora como un chocolate y me preparo a subir el segundo, tercer, cuarto capítulo, etc. Si no les gusta esta nueva forma de escribir...pues jódanse, me da igual xD Ah! y subo todos de inmediato porque no voy a publicar otra entrada. Me la ganó la flojera xD

Necesito un café!!!!!!!!!

Kamal

pd: casi olvidaba aclararlo. Los títulos en italiano corresponden a la visión de Ofelia. Los títulos en inglés a la de Draco y los títulos en griego, a la del narrador omnisciente (o sea, el Dios, en otras palabras, yo xD)

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L'argento guarda bene con smeraldo

El mundo estaba al revés. Y esa pequeña asfixia que se calaba por su garganta le daba la alegría de saber que todo estaba al revés. Verlo, ahí, acostada en la cama, con la cabeza colgando por un lado mientras la sangre se agolpaba en las sienes, mientras el cerebro perdía el mandato y se embutía en una especie de confusión que la hacía olvidar donde estaba y porque su cama olía a nieve callejera, siendo que su aroma preferido era el de rocío en el campo.

Unos pies aparecieron en el cielo, por la puerta que ella misma dejó cerrada. Caminaron ¿o volaron?, da igual. La cosa es que se acercaron y ella sonrió, porque imaginó la escena y no pudo evitar pensar que debería verse asquerosamente ridícula en aquella pose. Los pies dieron paso a un cuerpo que se recostó en el suelo (su cielo) y una cara invertida apareció frente a ella. La mirada turbulenta de Draco Malfoy le danzó y se vio a sí misma reflejada en el mar de seda metálica.


-Tienes en la cara el color de Ron.

-Chi è Ron? (¿quién es Ron?)

-Un amigo. Estará hoy en el paseo que daremos…¿me seguirás hablando en italiano, a pesar que sé que me entiendes?

-Non mi ispirano a parlare in inglese. (No me inspiras para hablarte en inglés)

-Bien…pero yo no te hablaré en italiano.

-Fare ciò che volete. (Haz lo que quieras)

-Perfecto.


Su sonrisa fatua se agrandó en esa colina marmórea. Y sintió que se cortaba el aire cuando se acercó. Debía de ser la media hora que tenía colgando la cabeza a un lado de la cama y por eso ya no pensaba. Hasta su visión se hizo fumigada, así que pestañeó por tres segundos para enfocar bien. Abrió los ojos y se topó con la presencia de Malfoy a escasos milímetros de ella, robándole su oxígeno, bien tan celosamente guardado.


-No me vuelvas a sugerir que haga lo que quiera…no saldrías ilesa de ella.


Y arrogante como él solo, se levantó no sin antes regalarle una sonrisa perfecta y un leve roce de sus suaves dedos en sus labios. Mientras lo veía salir, se levantó de golpe. Todo giró a su alrededor y la cabeza casi le estalló cuando se vació de toda la sangre acumulada. Sentía los latidos rápidos de su corazón, pero no era por media hora con el mundo al revés. Era por un extraño calor en sus labios y una resequedad que no sentía desde…sacudió la cabeza. Esos ojos violentos, color sangre, de mirada profunda y aletargada no la mirarían más. Y se sintió pequeña, indefensa, con ganas de volar hacia un lugar donde ya no estarían esperándola. Y la cama desapareció, quedando flotando en aquel triste vacío del que sus padres se habían aprovechado para mandarla a Gran Bretaña, alejándola de todo y de todos. Y de Él.

Rozó el anillo plateado que murmuraba estertores en su dedo anular izquierdo y sonrió queda. No valía la pena quedarse ahí, enfrascada en recuerdos que ya no quería recordar y olvidando cosas que le parecían imposibles de que desaparecieran.

Terminó de cepillarse el cabello mientras repasaba mentalmente todos los insultos que su mejor amigo de la escuela le enseñó. Cada uno pensado para un tipo diferente de situación y persona. Y sonreía al imaginar la cara de Malfoy, escuchándola decir todas esas barbaridades “como si un elfo borracho te hubiese enseñado a hablar”…era tan feliz citando mentalmente a su padre. Hasta podría verlo ahí, moviendo su dedo de forma amenazante, revolviéndose el cabello de vez en cuando, en un gesto de absoluta desesperación mientras ella se perdía en las hebras chocolate que coronaban la elegante cabeza de su elegante progenitor.


-Nos vamos.


¡Maldición! Ni siquiera lo oyó entrar. Giró su rostro, levemente inclinándolo hacia abajo, para dedicarle una de las mejores miradas fulminantes de la Historia conocida como tal. Pero él, en lugar de intimidarse, hizo una mueca hacia un lado, llena de arrogancia y triunfo.


-Me gustan tus ojos. Me recuerdan a Slytherin.

-Capisco che avete due colori. (Según tengo entendido, tiene dos colores)

-Lo sé. Pero tú tienes el verde y yo el gris. Me agrada.


Y levantó los hombros, en un gesto de infinita niñez que a cualquier otra habría derretido. Pero a ella no. A ella las cosas se le serían más difíciles porque el recuerdo de Giovanni DiMaggio aún latía con cada una de sus entrañas. Él y sus ojos sangre. Él y su voz queda. Él y su piel bronce. Él y su cabello negro, arremolinado. Él y su promesa de amor. Él y su hijo de tres años.


-Apresúrate. Se nos hace tarde.


No esperó respuesta. Simplemente se esfumó de la misma forma que había llegado, dejándola sumida en esos recuerdos que le escocían en alguna parte que aún no podía identificar. Caminar erguida, eso no lo perdería ni con el alma a los pies y desaparecer por la misma puerta que antes sirvió de portal a ese fantasma que no dejaba de acosarla.


Ora sono inutili


La calle estaba fría, silenciosa, amargada. Ese hielo cortante atravesaba su piel mientras a su lado él caminaba de forma alegre, casi como un cervatillo en el bosque. No se fijó mucho por donde iban. Simplemente concentró toda su mente en sentir esa nieve tan desconocida para ella y llenarse los pulmones de aquel aire gélido, que amenazaba a cada instante con reventarlos pero que era a la vez tan adictivo.


-¡Hey, Draco!


Giró los ojos a un lado para chocar con una tormenta esmeralda, igual a la de ella, escondida tras unas graciosas gafas. Se quedó quieta, esperando, mientras veía acercarse a una hermosa pelirroja, una castaña de mirada sabionda y un pelirrojo altísimo, de unos ojos azules tan profundos que ahogaban.


-Hola chicos.

-¿Quién es tu amiga?

-Es Ofelia Barucci. Hija de unos amigos de mis padres.


El de cabello negro azabache, desordenado, se acercó y le extendió la mano. Ella se la tomó mientras sentía pequeñas corrientes de electricidad que subían por su palma para terminar lanzándose en el precipicio de su pecho y rebotar en lo profundo del vientre. Se parecía tanto a Gio…


-Harry Potter, un gusto. Y ellos son Ginny Weasley, Hermione Granger y Ron Weasley.


La pelirroja, la castaña y el pelirrojo inclinaron la cabeza de manera amable mientras Potter decía sus nombres. Sintió la brisa revolver su cabello, enredándolo, llenándolo de pequeñas motas de nieve, que le reflejaban tornasoles colores que morían en las gafas de aquel chico. No quería mirarlo. Era una copia de Giovanni y eso le dolía, le asfixiaba lo único íntegro que aún conservaba en sí misma. Y tampoco quería posar sus ojos en el pelirrojo, Ron era su nombre si no se equivocaba. Esos ojos tormentosos, que emanaban una calidez tan pocas veces vista, la turbaban de manera inversa, porque la misma electricidad que se había lanzado al vacío, ahora regresaba y recorría todo el camino de forma contraria, terminando en la palma de una mano que colgaba inerte en un costado de su cuerpo.

No lo notó hasta que lo sintió. El brazo rodeando su cintura, la mano descansando descuidadamente en su cadera. Miró al otro lado y vio a Draco sonriéndole de manera pacífica, tranquilizadora. Se sintió estúpida. Al parecer su mutismo le había llamado la atención.


-¿Dónde vamos?

-Vamos al cine. Estrenan una película muy buena.

-Muy bien.


La danzarina y gutural voz de Ron le llegó de forma explosiva a los oídos. Y antes de empezar a asimilar que estaba a punto de sonrojarse, un susurro en su amada lengua le alcanzó de forma balsámica.


-Andare al cinema e poi a mangiare. Sarà divertente. (Vamos al cine y luego a comer. Será divertido)

-Chiaramente, ciò che si dice. (Claro, lo que tú digas)

-Non dire che i bambini che capisce l'inglese fino a quando si decide di fare. (No le diré a los chicos que entiendes el inglés hasta que tú decidas hacerlo)

-Grazie… (Gracias…)

-Ma si deve capire italiano di sapere che Hermione è molto intelligente. (Pero debes saber que Hermione entiende italiano, es muy inteligente)

-I presenterà. (Lo tendré presente)


Sintió las ardientes y curiosas miradas sobre ellos y, más allá, traspasándolo todo, estaba la sonrisa cómplice de la chica castaña. Así descubrió que ella era Hermione, no lo olvidaría.

Los pasos siguieron a un rumor que se volvió carcajadas. Oía a Draco explicar que ella no hablaba inglés, a Ron decir bromas respecto a hablar de cualquier cosa y ella no entendería, a Ginny regañándolo, a Harry riendo por las locuras de Ron y a Hermione en un mudo silencio sonriente, con su vista clavada en ella.

Y sentía su juventud, su alegría. Sentía esas almas que rebosaban una felicidad que ella añoraba sentir desde poco más de un año. Pero no pudo pensar más, ya que aún tenía el fuerte brazo de Draco rodeándole la cintura, llenándole de una seguridad y un refugio que ansiaba tanto volver a tener y que un completo desconocido se lo imponía, como obligándola a aceptar que no tenía otro lugar donde ir. Y bajando la cabeza, fijándose en las oscuras botas que levantaban pequeñas gotas de nieve a cada paso, aceptó que el mundo se le hacía pequeño para querer olvidar y que era una completa idiota porque no le veía utilidad al tiempo.

Τα μάτια δεν βλέπουν

Draco Malfoy se paseó frente a la puerta antes de golpear. La había visto días antes, cuando ella ni siquiera posaba sus ojos en él. Le encantó de inmediato. Esa forma de hablar, cuando arrastraba las palabras en un italiano que tenía el tono de una burla, cuando sus ojos verdes bailaban frente al calor de la chimenea, en ese frío que ella se quejaba no haber querido experimentar jamás, cuando su cabello color chocolate se balanceaba por su espalda, rozando las puntas esas caderas que se escondían en un abrigo que negaba a sacarse, cuando su piel bronce hervía de pasión al discutir en italiano con Lucius Malfoy, que no entendía una palabra de lo que le decían y le temblaba la vena de la frente, cuando reía triunfante con esa risa clara al escuchar los gritos exasperados de Lucius, reclamando que con un hijo rebelde le bastaba y que llenaría de Crucios a los Barucci por mandarle a esa chica tan problemática. Si, le encantaba todo de ella. Pero ahora eso le valía gorro. Ahora estaba preocupado por esa extraña palidez que la había acompañado desde que se encontraron con los chicos, que no dejó que nadie más se sentara a su lado excepto él y que guardó completo silencio en la cena, a pesar que Hermione le preguntara en italiano respecto a su tierra natal.

Finalmente se decidió y golpeó. Nadie contestó pero la puerta estaba abierta, así que entró sin miramientos. Y ahí estaba. Sentada en la cama, con la vista perdida en algún lugar, un aura de tristeza que ni Potter había llegado a obtener y el conocimiento que alguien más estaba en la habitación.

Ofelia miró a Draco y se sintió derrotada. No podía esperar a salir de ahí corriendo, pues ya había entendido que el mundo era pequeño en su huída. No le quedaba sino aceptar que estaba derrotada y que ese joven de mirada plateada y cabellos lisos que jugaban con un respirar agitado era la clave que ella no quería ver, que se negaba a aceptar.

En un gesto sacado del peor libro de Magia Oscura, Ofelia alzó una mano, llamándolo a su lado. Y Draco comprendió. Entendió que pedía ayuda y que aquel gesto era lo máximo que podía sacar de esa chica hija del sol.

Se sentó a su lado y tomó esa mano suplicante, temblante, bronceada y pequeña entre sus manos. La miró pidiéndole perdón por algún daño que ni siquiera sabía si había cometido.


-Che cosa accadrà, Ofelia? (¿Qué te sucede, Ofelia?)

-Me siento ahogada, Draco. Creo que no podré huir más mientras continúe con vida.

-Che periodo? (¿De qué huyes?)

-De mi pasado, de mi dolor. De la impotencia de saber que no importa cuanto haga, siempre saldré perdiendo porque no cumplí lo que juré que haría.

-Che cosa è che giuramento? (¿Cuál es ese juramento?)

-Cuidar al hijo de Giovanni como si fuese mío. Pero ahora está en Italia, mientras yo juego a ser la hija perfecta que mis padres quieren poseer.

-Vuoi andare per lui? (¿Quieres que vayamos por él?)

-¿Harías eso por mí?

-Sicuro. Non mi piace vederti triste. (Claro que sí. No me gusta verte triste)


Ofelia sonrió bajo esa melancólica faz que le escocía en el pecho. Y pronto su sonrisa comenzó a hacerse más amplia, hasta convertirse en una mal disimulada risa escondida. Draco la miró extrañado y no entendía nada hasta que la misma joven le explicó.


-Estoy hablando en inglés y tú me respondes en italiano.


Y nuevamente su risa inundó la habitación. Draco sonrió. No era su plan pero al menos ella ya lucía como cuando llegó. Alegre, presente, risueña, viva. Y francamente, no le disgustaba esa sensación.


-Pensate di poter giocare? (¿Acaso creías que sólo tú podías jugar?)

-Ya veo que no. Y eso me agrada.


Y sin decir más, abrazó a Draco en un gesto de completa liberación, como si el mundo nuevamente girara y ella pudiese de nuevo estar en paz.

Closed books reads better

No sabía donde sacar más información. La única respuesta plausible temblaba a un costado del salón, de forma ambigua, gritando con su crepitar mudo que solo ahí encontraría la respuesta. Y se decidió. Más que mal, tenía el plan perfectamente trazado, en caso de que tuviese que usar ese método.

Se acercó a la chimenea, mientras algo rugía en su vientre. Era el nervio, la ansiedad, o saber por fin contra qué o quién luchaba. Tomó un poco de polvos Flu, que se sintieron casi gaseoso entre sus dedos y lo lanzó a la chimenea.


-¡Mansión Barucci!


Entró en aquellas llamas verdes y sintió el jalón desde algún lado. Entre el vértigo de sentirse una vil voluta de ceniza, escuchó risas provenientes de algunas chimeneas, que pasaban raudas ante sus ojos. Sin casi notarlo, llegó a su destino, saliendo despedido hacia un oscuro salón. Se levantó del suelo, maldiciendo al inútil que se le ocurrió inventar los polvos Flu sin un instructivo de aterrizaje y mientras se sacudía quedo la chaqueta, oyó una voz susurrante, que llegó desde las penumbras que él no alcanzaba a ver.


-Chi siete? (¿Quién eres?)

-Sono Draco Malfoy, felice. (Soy Draco Malfoy, mucho gusto)


De las sombras apareció un hombre alto, garbo, elegante, con unos penetrantes ojos magenta y un cabello color chocolate, que se entremezclaba con unas sutiles canas que se avergonzaban de estar ahí.


-¿Qué hace venir a mi hogar al heredero de los Malfoy?

-Ofelia.


El hombre hizo aparecer una misteriosa sonrisa, que no supo interpretar bien. Simplemente le llenó de un escalofrío casi súbito pero que logró controlar para no parecer un niñato frente a ese hombre que imponía tanto con una mirada. Aunque fuese un niñato.


-Veo que mi hija ya tuvo su carta de presentación.

-¿A qué se refiere?

-Que hayas decidido venir por red Flu, uno de los medios más incómodos para cruzar países, denota tu urgencia y apremio.

-Bueno, yo…

-Pietro Barucci, mucho gusto.


Una pálida mano apareció entre las profundidades de un bolsillo del pantalón beige. La tomó trémulo, notando de inmediato ese tacto glacial, fiel creador de los escalofríos que ahora le recorrían sinuosos por la espalda.


-Sporco, trae café para mí y el señor Malfoy.

-Si, amo…


Un elfo, con enormes ojos grises y aspecto desgarbado, desapareció de su escondite con un crack.


-Ven, Draco…siéntate.


La invitación parecía una muerte. Dudó si sentarse, ya que esa entonación, robada al mismo Hades, parecía preguntar la forma más cruel que quería morir. Se preguntó porqué el Lord Oscuro no había decidido ir a esos rincones, a ese país, a esa ciudad, a esa casa, junto a ese hombre en cuya presencia El Señor de las Tinieblas parecía un tranquilo paseo por el campo. Autómata, se sentó en el cómodo sofá que le señaló el hombre, mientras veía como el elfo dejaba tazas y otras cosas en una mesa ubicada entre los dos asientos. Verlo ahí, temblando, deshaciéndose en halagos y reverencias, le llenó la boca de una sustancia viscosa, asquienta, inquietante. Pietro Barucci era mucho peor de lo que alguna vez fue su padre.


-Retírate, Sporco.

-Lo que diga el amo, Sporco lo hace.


Y se le vio desaparecer, perdiéndose en quizás qué pasillos que encerraban una lúgubre niebla en aquellas asfixiantes paredes. Olió el café, que se elevaba pústulo por el aire, mientras lo embriagaba una sensación de ahogo, un aroma amenazante le llenaba los pulmones y se los comprimía, saturándolo de monóxido de carbono y suturando cualquier posibilidad de un escape.


-¿Qué quieres saber de Ofelia, Draco?


La pregunta sonó malvada, cruel, despiadada. Mataba a su hija al pronunciar su nombre y la voz le taladraba el cerebro, vaciándole cualquier idea de contraataque, cualquier vestigio de humanidad. Se sentía conversando con un dementor.


-Quiero saber quién es Giovanni.


Al parecer había pronunciado un nombre tabú, porque la ira comenzó a golpearle en el pecho. Miró a Pietro Barucci, el padre de Ofelia, que centelleaba en su lugar, casi inmutable, casi impávido, solo revelando que existía algún vestigio de vida en aquel cuerpo marchito en las llamas magenta que amenazaban con devorarlo vivo.


-¿Por qué quieres saber de él?

-Porque quiero acabar con ese recuerdo y saber a qué me enfrento sería de mucha ayuda.


Sí, lo había planeado perfectamente. Fingir que era un rival fantasma, que solo quería sacarlo de su camino, que su única intención era degollarlo lentamente con algún arma a la mano. Y de pronto, al recordar la sonrisa clara de Ofelia, la risa de su voz cansina, la lluvia de besos que podía transformarse en determinadas situaciones lo hizo hervir de algo que no sabía interpretar. Pero esas ganas de acabar con el tal Giovanni se hicieron cada vez más reales. El señor Barucci sonrió quedadamente.


-Perfecto. Veo que Ofelia ya hizo su entramado para atraparte, cual acromántula.

-Señor, yo…

-Calla. No me preocupa que la desees. Ése era el plan. Pero querer sacar a Giovanni del camino…será algo más difícil, Draco.

-¿Por qué?

-Giovanni DiMaggio era el novio de mi hija. Lo fue hasta hace un año. Cuando fue asesinado.


La sensación de caer desde un hipogrifo le golpeó tan duro que se mareó. Luchar contra un hombre era una cosa. Pero contra un fantasma. Los siglos le faltarían, se relamerían como esfinges cenando antes que él pudiese lograr que Ofelia lo mirase con esos ojos esmeraldas ardiendo en pasión.


-¿Novio?

-Así es. Claro, no era de mi aprobación. Era un mestizo, nada del otro mundo. Y peor aún, viudo.

-¿Viudo?

-Sí…el Lord Oscuro alcanzó a visitar los tranquilos campos de Toscana. Y también tuvo tiempo de llevarse algunas víctimas.

-La esposa de Giovanni…

-Bien pensado, joven Malfoy. Isabella DiMaggio murió a manos del Lord. Pero se salvó su esposo y el niño recién nacido. A los meses lo conoció Ofelia. Y no sé qué sucio truco usó ese mestizo, que logró que mi hija fuese contra todos los valores que le habíamos enseñado y se fue a vivir con él.

-¿Cuánto tiempo estuvieron juntos?

-Si no me equivoco, un año. Luego hubo un ataque, nada del otro mundo. Ofelia y el niño sobrevivieron, pero ese mestizo no pudo. Su poder fue menor. Su sangre asquerosa sucumbió ante el poder de otro poderoso.

-¿Y el niño?

-¿Ettore?

-pues…sí…

-Ettore DiMaggio se quedó al cuidado de Ofelia. Y luego fue llevado a un orfanato. Pero como mi hija se negaba a estar sin ese niño y mucho menos ir a Gran Bretaña, lo trajimos de vuelta. Es mi mujer quién lo está criando.


Eso era. El dolor de Ofelia se ahogaba entre los sorbos de café que daba el señor Barucci. Y lo sabía. Algo dentro de él le decía que aquel hombre tan siniestro era quién había alzado la varita en contra de Giovanni, en contra de aquel hombre que no era digno para su querida hija sangre pura. El asco volvió a llenarlo a tal punto, que sintió ganas de vomitar. De escupir todo lo que su cabeza le disparaba, de las imágenes de verse a sí mismo como un sucio hombre poderoso, casi un dios, como esa siniestra y petulante imagen que se alzaba sonriendo ante sí, bajo la apariencia de un hombre de familia de ojos magenta, piel blanquecina y cabellos chocolate.

Se levantó reprimiendo un gemido de dolor por el mareo que lo azotó e intentó, vanamente, aventarlo al suelo. Alzó la cabeza, recuperando los vestigios del príncipe de Slytherin que antaño poseía de manera normal. Hundió sus ojos en esas llamas de color magenta y, antes de decir algo, supo sin saber porqué que el infierno era como esos ojos le mostraban. Ardiente, cruel, vacío, odioso.


-Creo que no necesito saber nada más. Gracias por el tiempo, señor Barucci. Ci vediamo presto. (Hasta pronto)

-Ci vediamo presto, Draco. Quindi se si desidera. (Hasta pronto, Draco. Si tú así lo quieres)


Se estremeció con esa sonrisa y sin miramientos, tomó los polvos Flu sobre la chimenea. Ahora los sintió como pústulas que enronchaban sus dedos, pero la necesidad de huir le estaba vaciando el pecho.


-¡Mansión Malfoy!


Todo el proceso de nuevo, sentir todas esas chimeneas que caían fugaces ante sus ojos, escuchar esas aterciopeladas risas, que golpeaban con cascos sus oídos y cuando ya no podía sentirse más mal, no podía controlar un segundo más esas ganas de vomitar, fue expulsado hacia un salón blanco, lleno de suntuosidad y frívola carencia de emociones y recuerdos, pero que él sintió como su cálido regazo de armonía.

Y ahí se quedó, frente a la chimenea, abrazando sus rodillas, escondiendo su rostro mientras las lágrimas le limpiaban el hollín y con esa amargura, ese abismo que vio abrirse ante sus ojos, se percató de las dos verdades que ni El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado le había podido hacer descubrir.

Que hay cosas que mejor no se saben. Y que el mundo es pequeño cuando uno quiere huir.

1 comentario:

  1. me gusta, aunk la vdd como k me colapsa ver a draco algo mamon jajajajaj

    y draco es amigui de harry???? 1313 jajajajaja... k ofelia tenga cuidado jajajajaja

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